Por: José Manuel Herrera Brito
La política, se sostiene en distintos ámbitos académicos, cita al campo científico más importante, ya que cada una de las decisiones tomadas en ese espacio tiene un impacto inmediato en millares de personas en todo el mundo. Históricamente, es bien sabido que los Estados poseen características particulares que los identifican y en algunos casos los desprestigian a partir de un sistema ineficiente que consolida un perfil de burócratas poco activos, pero también poco remunerados, lo que impulsa que muchos servidores públicos usen el Estado para su propio beneficio en detrimento de aquel, que sigue siendo fuente de maniobras que, con la con la complicidad de algunos de sus representantes, permite a particulares obtener recursos y beneficios.
Hoy se habla de corrupción generalizada en referencia a estas causales que no desaparecerán con el reemplazo de otros de diferente bandera política. Un real cambio sólo será posible con una renovación de pensamiento que permita ver al servidor público como esa persona que accede a su destino con la vocación de servicio a la comunidad que otorga sentido a su misión.
El subdesarrollo de las personas y de las instituciones es pedagógico y político, y la baja calidad de formación implica las consecuencias sociales y económicas que hoy acusamos. La política, en definitiva, tiene impacto directo sobre todos los demás temas de importancia nacional. En la educación, por ejemplo, las decisiones definidas en el marco político tendrán un efecto sobre las instituciones a la hora de planificar cómo llevar a cabo sus planes educativos, lo que debe llevar a los políticos a reflexionar y plantear el respeto a la diversidad educativa y de los pueblos, y ayudar a construir sociedades cada vez más interculturales e inclusivas. Sólo así esta ciencia puede combinarse de forma perfecta, aprovechando la riqueza de la diversidad, a través de innovadores procesos de enseñanza / aprendizaje.
Importará entonces que las instituciones ofrezcan y brinden una educación pertinente donde quede claro que educar es enseñar a pensar, es asegurar a través de la vivencia, acendrar valores desde el amor hasta la creatividad, pasando por la voluntad, el orden, la disciplina, la solidaridad, la trascendencia, la finitud. Asegurar el saber aprender a aprender creativamente los conocimientos científicos en pos de resolver y ser capaces de crear en todos los ámbitos que posibles sean.
La educación debe preparar para la vida, lo que traduce que debe asumirse en su complejidad y diversidad, con la capacidad de mantener los rumbos o direcciones esenciales, con flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas, con creatividad y resiliencia. Nada es casual sino causal. Familia, escuela, sociedad y Estado conforman un todo, donde cada una de estas partes se encadena y retroalimenta, construyendo el camino por donde pasa el presente, con la consecuencia del pasado y a la espera del futuro.
Solo de esta forma y manera será posible contribuir a un desarrollo humano más pleno y ser fuente de entendimiento, pluralismo e integración social. Así también se refuerza la política como el campo científico más importante, que busca alcanzar el ideal de lo posible, logrando así el objetivo principal de cualquier emprendimiento y proyecto, que es el bien común, que, a través de una autoridad social, tiene como tarea ordenar la vida común de los individuos y de los grupos mediante la promulgación y aplicación de leyes justas, válidas y eficaces para todos los miembros de una comunidad política. saramara7@gmail.com