SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

La indiferencia es, ha sido y será un mal mayor de no superarse. Es una mala actitud que no se inclina a una persona o cosa más que a otra y no muestra interés o afecto por alguien o algo. Transmite crueldad y arrogancia. Es la herramienta preferida de quienes le niegan a otro su calidad de persona, de ser humano. Conduce a la insensibilidad. Es anestesia afectiva, Frialdad emocional. Insano despego psíquico.Socialmente se ve en una sociedad desinteresada de participación en sucesos conjuntos o cualquier tipo de actividad pública que tenga que ver con su convivencia o futuro. Es síntoma de desunión, desilusión por la comunidad, Abre paso al egoísmo y el individualismo.Está asociada a la insensibilidad, al desapego y perpetúa aquello que más nos molesta, aquello que parece que nunca se puede cambiar. Tolerando la indiferencia somos cómplices que las cosas inadecuadas se perpetúen, generando el sentimiento de permanecer inmóvil.

Es emoción peligrosa porque no provoca ninguna acción. La ira y el odio pueden obligar a las personas a cambiar una situación que no les gusta. La indiferencia, en tanto, conduce al estancamiento de la sociedad y al aislamiento de las personas entre sí.Una persona se vuelve indiferente hacia otra porque el sentimiento de responsabilidad y respeto hacia la humanidad ya no significa nada para ella. La indiferencia es algo que duele a quienes ya están sufriendo dolor, porque es una falta de reconocimiento a su humanidad y, por tanto, a su dignidad.

No podemos como personas ser indiferentes ante lo que ocurra en el mundo, menos en esta era de la globalización, donde cualquier acontecimiento que se suceda, bueno o malo, genera, querámoslo o no, impacto, poco o mucho, en nosotros y nuestros pueblos. Nada podemos pasar por alto. Violaciones, torturas, matanzas. Tampoco permitir pueblos acosados, segregados, vejados, apartados, discriminados o culpados porque sí o por cualquier cosa. Debemos a esto decir, basta, ya está bueno y se impone poner punto final a toda clase de atrocidades, cualesquiera que fuera.

Todos los pueblos del mundo sin excepción han hecho aportes significativos a la humanidad, y a ellos debemos admiración y respeto como sin que en ello tenga que ver religión ni política, sino de empatía, especialmente cuando se les agrede y más si es injustamente. Esa y no otra debe ser la narrativa que impere desde ya y por los milenios por venir. saulherrera,h@gmail.com

*Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual

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