MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por: Hernando Pacific Gnecco*

Siempre Aristóteles: relacionar la filosofía con la fisiología desde aquellos tiempos es sencillamente prodigioso; conectó alma y cuerpo. En su obra “De ánima” trata acerca de ousía (sustancia, entidad) y del ánima (alma). Esta es el principio de todas las facultades (incluyendo la sensitiva) y todas ellas están unidas, pero no son independientes. Por el alma, sentimos, vivimos y razonamos; el alma no se da sin un cuerpo, pero no es el cuerpo. Y distingue el griego cinco sentidos, los mismos que aprendimos desde infantes en el colegio: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Dicho de otro modo, percibía los sentidos como la interacción entre el cuerpo y el alma. Creía el polímata de Estagira que el catálogo de los sentidos estaba completo y ya no podía haber más. Así estuvimos muchos siglos.

Se definieron los órganos que se relacionan con los sentidos: los ojos, la nariz y la boca, las manos y los oídos fueron considerados las puertas de entrada a las sensaciones; el cerebro, su intérprete. Hasta se mencionó un sexto sentido sin órgano visible: la intuición, esa especial habilidad para percibir lo que para otros para inadvertido, aquello que permite actuar sin intervención de la razón.

El tiempo y la inquietud intelectual de curiosos investigadores han ido ampliando tan interesante mundo; los sentidos son muchos, muy complejos y nos falta más comprensión de ellos y su interacción. Hoy los entendemos como la percepción de nuestro propio cuerpo y la interrelación con nuestro entorno. Ya se han encontrado al menos 27 nuevos sentidos; más aún, quizás el principal órgano de los sentidos es la piel; cada órgano puede tener uno o más sentidos. Los cinco sentidos tradicionales hoy se denominan exterorreceptores, esos que nos conectan con todo lo ajeno a nuestro cuerpo, y los demás, interorrepcetores, que nos asoman a nuestro interior.

Empecemos con la cenestesia, que es la sensación de la existencia del propio cuerpo; está relacionada con la propiocepción. Inconscientemente, ésta nos avisa donde está cada parte de nuestro cuerpo sin verla ni sentirla. En el listado de nuevos sentidos están las sensaciones térmicas (termocepción, o la sensación de temperatura externa, y termoalgesia, de la temperatura corporal); bariestesia (percepción de peso y presión que ejercen los objetos en nuestro cuerpo); nocicepción (percepción del dolor); el equilibrio, situado en el oído interno, se correlaciona con el cerebelo, la vista y el sistema propioceptivo. La interocepción es un sentido interesante: representa el estado de nuestros órganos, lo que cada uno de ellos siente por sí mismo; nos permite percibir su funcionamiento en aspectos como los latidos del corazón, sed, hambre, nauseas o respiración; imperceptiblemente, nuestro organismo también distingue asuntos como la presión sanguínea, la oxigenación en la sangre, niveles de azúcar o la inflamación de los órganos, información que se transmite al cerebro y al sistema autónomo para activar los mecanismos específicos que llevan a las debidas correcciones fisiológicas.

Los investigadores subdividen los sentidos en otros, llegando a describir otros más, solos o combinados; tenemos sensores para obtener muchas percepciones, tal como funcionan los celulares o los automóviles, para usar ejemplos cotidianos. Otros especialistas coinciden en que, más allá de los que se han descrito, podemos percibir la interioridad de otras personas: por ejemplo, su estado emocional o su pensamiento.

Es falsa la extendida idea de que sólo usamos el 10% de nuestro cerebro; de hecho, éste se encuentra en actividad permanente, incluso cuando dormimos; es de lejos el órgano que más energía y oxígeno consume. Algunos científicos consideran el consumo de la actividad intelectual igual al de la actividad física.

Un hallazgo interesante, publicado en la revista Nature, indica que los cerebros pueden conectarse entre sí: al parecer, cuando las ondas de dos o más cerebros fluyen de manera similar pueden detectarse mutuamente, sea defensivamente o para socializar. Aristóteles: falta mucho más por descubrir y entender. Por ejemplo, ¿existe la telepatía? Y si existiese ¿podríamos desarrollarla tal como el lenguaje o la comunicación kinésica?

*Hernando Pacific Gnecco. hernandopacific@hotmail.com – Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista

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