Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Caserío, vereda, corregimiento, municipio, departamento y región son nuestras patrias chicas. Imponen en sentido de pertenencia, el deber y la obligación de quererlas, velar y actuar en ellas, por ellas y contra todos con señalada y manifiesta devoción, toda vez que el sentido de la patria no es ni debe ser un mito, como tampoco ser nunca refugio de los canallas, cosa que con frecuencia sucede, No es admisible que sea ni deba ser la tierra que se pisa ni pisotea como pretenden algunos, sino la que labrar y exaltar tenemos. Es entender que todos somos patria y comprometidos hemos de estar a hacerla dichosa y triunfante, más cuando se vea amenazada, destrozada y oprimida, siendo propósito no dejarla fenecer y estar prestos y dispuestos a salvaguardarla siempre.

La patria son los amigos. Es pueblo, espíritu, grandeza, libertad, nosotros. Vivir sin ella es vivir sin honor. Quien no la ama, nada ama; por ello, no podemos dejar que en ella se instale la corrupción, lo cual nos deja sin esperanza, sin paz, sometidos y humillados. No hay ni habrá porvenir donde no esté asegurado el de la Patria. No podemos permitirnos el lujo de no tener patria. Importante en torno a ella el sentimiento de formar una unidad. Entender que el nosotros significa interacción con los demás, confianza y solidaridad. Sentirse bien, verla como el lugar donde las personas se sienten seguras, donde viven familia y amigos. Es su territorio, el lugar donde se habla un propio idioma, se posee un terreno o una casa y se tiene una cultura o una religión común. Es la proximidad a determinados lugares y personas.

Urge sin populismo, glorificaciones absurdas, ni calumnias hablar sobre la patria, sino vincularla permanentemente con paisajes y lugares con historias personales. Surgimos de esas historias y seguimos escribiéndolas; de allí que la patria sea también naturaleza, cultura, origen, futuro, perseverancia y cambio. La tierra donde nacimos. Vínculo y relación de personas, costumbres, tradiciones, festividades, rituales, gestos, dialectos, nombres de lugares, historias, comidas, olores, sonidos, clima y paisaje que nos son familiares, forman nuestra identidad personal y constituyen fuente de fortaleza.

Como personas necesitamos de esa confianza para una buena vida, ya que los desarraigos nos hacen vulnerables; de allí que expulsar a las personas de su patria es un crimen contra la humanidad, pues no solo se las priva de sus bienes y casas, sino que se les roba parte de su identidad. La solidaridad con las personas sin patria nace de la comprensión de esa enorme pérdida.

La tierra donde nacimos siempre está en peligro. Radicalismos, extremismos y violencia la destruyen. Guerras, persecución política, crisis económicas y ecológicas expulsan a muchos de su tierra. Modernización, digitalización, globalización, ideologización, economía y migraciones abren rupturas entre las personas y los lugares de nacimiento. También quienes no se han marchado se ven afectadas por la pérdida de su tierra natal al transformarse las sociedades, fragilizarse las tradiciones se vuelven frágiles y perderse la integración y cohesión social; lo que impone que velar por su conservación y permanencia en nosotros. 

*Abogado. Especializado en Gestión Pública

E.Mail.: saulherrera.h@gmail.com

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