Guillermo Barreto

Por Guillermo Barreto Vásquez*

El paso por la ciudad de Santa Marta ha sido mucho más que un rito de iniciación hacia una experiencia cultural formativa. Ha significado para mí la posibilidad de entrar en contacto con la historia y con las fuentes vivas de su patrimonio, ese que aún late en sus calles, en sus voces, en sus símbolos y en la memoria compartida de su gente.

Un patrimonio en el que la innovación y la proyección moderna han sido opacadas por el olvido, por el deseo de habitar un lugar que, muchas veces, ignora que el pensamiento y las artes son pilares de su identidad. Un papel cuya importancia social fue reconocida y valorada con un prestigio profundo, acompañado de un compromiso inquebrantable con la realidad social y política de su época.

El futuro de la cultura en Santa Marta es un territorio abierto, donde todo está por decirse, por nombrarse. Por fortuna, aquí la cultura —en su dimensión sociológica, histórica y antropológica— nace de una necesidad profunda, no de un afiche, un eslogan, un espectáculo comercial o una imposición política, como tan a menudo sucede en otros lugares.

En estos 500 años, se empieza a resolver más de un problema tradicional de nuestra vida cotidiana gracias a la manera en que se proyecta la imagen de la ciudad. Esta proyección confirma un optimismo —y hasta una envidia sana— por una forma de vivir que apuesta por el entendimiento, y que nos lleva a un nuevo nivel de conciencia colectiva. Un camino que permite seguir enfrentando los retos del entorno, mientras se asegura que el legado patrimonial de su origen, perdure en el tiempo y que la historia de Santa Marta adquiera una relevancia que trascienda incluso la existencia misma de los pueblos de América.

Aprender a entender su narrativa —reconocer a sus personajes más importantes, sus actitudes vitales, sus insatisfacciones y su rebelión ante la mediocridad de la existencia— completaría un aspecto esencial que influiría en la manera de volver a mirar el origen de la historia. Una mirada con proyección, respaldada por el bagaje necesario para comprender por qué el samario, en muchos casos, parece desligado de los problemas sociales y morales que inquietan al ser humano, debido a una fractura en su sentido de pertenencia y de identidad.

La proyección de la perspectiva cultural, ofrece la convicción como paso fundamental y decisivo para abrir el camino de la transformación personal de cualquier provinciano nacido entre la Sierra y el mar, permitiéndole participar activamente en los asuntos culturales y sociales de su tiempo, siempre que esté pertrechado con las sólidas tradiciones culturales y patrimoniales de su pueblo. 

*Economista. Analista Político. Gestor Cultural. Escritor. Compositor.

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