DOCTOR DAVID GONZALO DUARTE GONZÁLEZ,

Por: David Gonzalo Duarte González*

Reclamando la autonomía. En efecto, aunque existan pequeñas molestias o malestares, no necesariamente alcanzan éstos a impedir la experiencia de salud de una persona. Una persona que tenga algunas alteraciones físicas o psicológicas leves (como puede ser una ligera inestabilidad de la articulación del tobillo o una leve ansiedad pasajera) puede, en muchas ocasiones, desarrollar su vida normalmente. Dependiendo de la actividad que desempeñe, estas alteraciones, que serían enfermedad en el animal, pueden constituir o no enfermedad en esa persona.

La constatación de esta realidad ha llevado a numerosos autores a concluir que la salud es algo subjetivo, que depende solamente de la apreciación del sujeto. Esta conclusión aporta un aspecto importante, a la vez que limitado, puesto que la salud no depende exclusivamente de cómo se sienta el sujeto, sino más bien del modo como consiga vivir –incluidos los límites- cada persona su realidad limitada. He ahí la autonomía o la dimensión subjetiva: en la tarea, en el arte de gestionar la propia vida con sus funciones y disfunciones, en cada una de las dimensiones de la persona, desde la dimensión física a la mental, a la relacional, emocional y espiritual.

Promover la salud, así, se convierte en una responsabilidad de cada uno de nosotros para con nosotros mismos, para con los demás, para el entorno presente y el que construimos para el futuro.

Lejos de este modo de pensar, aquellos estilos relacionales que encontramos en urgencias de un hospital, en internamiento o en atención primaria, en los que el agente así llamado “de salud” se limita a controlar parámetros para constatar alteraciones biológicas o funcionales e intentar restaurar – reparar la avería producida en la máquina del cuerpo humano. Vicio cómodo y deshumanizador que deja amargo sabor de boca a quien, con ocasión de la enfermedad, desearía hacer experiencia de relaciones sanas con los profesionales de salud que merecieran este nombre.

Las relaciones de ayuda en salud, si se sigue la idea de la OMS, tendrían un objeto parecido a la veterinaria: arreglar las lesiones físicas de modo mecanicista, como se realizan en el taller los arreglos de los coches, y conseguir que el paciente se sienta a gusto. La definición de la OMS, pues, además de ayudarnos, nos limita. Es obvio que es una definición incorrecta, sesgada, y potencialmente generadora de una atención clínica mala, que consistiría en promover el sentirse bien a toda costa como en el hipotético “mundo feliz”.

Las relaciones de ayuda en salud no serán entonces la aplicación ciega de unos patrones fisiológicos ideales que hay que restaurar, como quien repara una máquina. Son, en primer lugar, diálogo auténtico con el paciente y su familia o allegados, conocimiento de éstos como personas, con una originalidad vital con la que se interactúa y se hace experiencia saludable de encuentro. Han de ser relaciones sanas.

*David Gonzalo Duarte González. Profesional de la Salud. Especializado en Gerencia en Seguridad en Salud en el Trabajo. dago1286@hotmail.com

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