Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

Por: Melanio Zúñiga Hernández

Una definición rápida y coloquial de la desigualdad económica sería decir que consiste en un reparto desequilibrado de riqueza y rentas económicas entre los miembros o grupos de una comunidad.

Pero no vamos a enredar a los lectores con definiciones sobre economía, y preferimos ofrecer más bien algunos datos del informe Una economía al servicio del 1%” de Oxfam Intermón, que refiere que al cierre de 2021, la riqueza mundial llegó a US$ 463,6 billones, una cifra difícil de imaginar por la cantidad de ceros y que, a pesar de eso, representa según el informe anual del banco Credit Suisse, un aumento de 9,8% frente al monto registrado en 2020, año de mayor impacto de la pandemia del coronavirus – COVID 19 en el mundo.

Al cierre del año pasado, en el mundo había alrededor de 8. 900 millones de habitantes, y de estos, alrededor de 62,5 millones contaban con una fortuna superior a un millón de dólares, un 9% más que en 2020, es decir, el 99% de la población mundial posee menos riqueza que el 1% más pudiente de la población del planeta,.

La riqueza mundial, de acuerdo con la investigación de dicha entidad financiera, está concentrada en Estados Unidos y China que representan la mitad, y una cuarta parte del total, respectivamente, muy por delante de Canadá, India y Australia. Tan solo en el 2021, surgieron más de 30.000 nuevos ultras ricos en Estados Unidos, con fortunas superiores a los 50 millones de dólares. Otros 5.200 emergieron en China, 1.750 en Alemania, 1.610 en Canadá y 1.350 en Australia. Solo hubo menos ultra ricos en Reino Unido, Turquía y Hong Kong.

De toda la riqueza mundial, apenas 12.579 billones de dólares, vale decir el 2.71% corresponden a América Latina, donde el año pasado la riqueza aumentó tan solo en 1,2 billones de dólares (10,5%, por encima del 9,8 % global), pero que apenas es menos de un 3% del total.

La desigualdad económica se traduce en una disponibilidad de recursos económicos muy dispar entre los individuos de la sociedad, destacando que, con un reparto de riquezas tan discrepante, cada vez es mayor la brecha entre individuos ricos y pobres, y las oportunidades de unos y otros.

Sobre el origen de las riquezas en el mundo, no es fácil fijar un momento exacto en que unas personas comenzaron a ser más ricas y otras más pobres. Sin embargo, podemos encontrar el germen de la desigualdad económica en los inicios de la industrialización, pues su llegada introdujo transformaciones sociales y económicas, cuyos beneficios y progresos no favorecieron por igual al conjunto de la sociedad, ni todos los países tuvieron la misma capacidad de sacar rentabilidad a estos nuevos avances; determinando las diferencias entre los niveles de renta, capitales o patrimonio entre unas y otras personas, que se hace más evidente, y aún peor, es cada vez más abismal.

Frecuentemente las personas que no somos expertos en macroeconomía y economía, culpamos muchas veces sin fundamento a los gobiernos sobre las causas de la desigualdad económica, desconociendo que esta no es cuestión de ingresos y capital, por cuanto la misma está asociada a otro tipo de desigualdades, y, juntas, aumentan el peligro de caer en la marginación; ya que las disparidades actuales son un obstáculo para los derechos y el bienestar de las personas, teniendo en cuenta que dificultan la justicia social, impiden la movilidad social o el acceso a educación o sanidad en igualdad de condiciones.

Al respecto y haciendo un asomo sobre el origen de las principales causas de la desigualdad económica se destaca que entre otras se refiere a la globalización que hace que la economía mundial esté más integrada y, por tanto, facilita prácticas como la externalización de los servicios, lo que provoca que las empresas puedan subcontratar a su personal en otras regiones, como los países en desarrollo, y demanden perfiles poco cualificados contribuyendo a generar más riquezas.

Igualmente, la irrupción de nuevas tecnologías que pueden crear una brecha profesional y salarial porque benefician las habilidades personales y contribuyen a la producción, haciendo de este modo, que aquellas personas que conozcan estas herramientas y puedan usarlas y aprovechar sus posibilidades porque se crean nuevos puestos laborales asociados a ellos (creación de aplicaciones móviles, community management, experiencias de realidad aumentada, etc.). Como consecuencia de ello, habrá personas que pierdan su trabajo porque su labor podrá ser sustituida por nuevas tecnologías, y los ingresos entre unas y otras personas serán más desiguales.

importa señalar así mismo, que la transformación en la propiedad de la riqueza del ámbito público al privado ha provocado que en los países ricos la riqueza pública sea negativa o próxima a cero, mientras que la nacional (riqueza pública más privada) haya aumentado, debido a que ahora las personas controlan más riqueza que los gobiernos, pues la riqueza privada neta, en la mayor parte de los países ricos, es del 400 o 700% del ingreso nacional, en tanto la pública (activos menos deuda del  Estado) se ha menguado, dando como resultado una menor capacidad de los gobiernos para enfrentarse a la desigualdad.

A lo anterior debe agregarse la desigualdad de salarios que según el nivel que se ocupa en la empresa permite que en la mayoría de los países, sobre todo en los subdesarrollados los sueldos se incrementan de forma paulatina en toda la distribución salarial, produciendo un incremento drástico dentro del rango superior de remuneración, que hace que los niveles superiores perciban una mejor remuneración y salario; con el agravante que la tendencia de  las empresas en las últimas décadas es hacia la precariedad laboral, a partir de que la transformación del mercado de trabajo está afectando a la población menos calificada, considerando la inclinación hacia el fomento de trabajos temporales que implican peores salarios y protección social, así como la merma de la negociación colectiva, que favorece que las personas empresarias puedan reducir de forma unilateral los sueldos o subcontratación de servicios, lo que contribuye a que por este sistema perciban un 31% menos de salario;  escenario en que las mujeres se encuentran en una situación más vulnerable por cuanto ocupan generalmente puestos menores con peores sueldos.

🔹La desigualdad en Colombia

En el caso de la desigualdad en Colombia el informe del Banco Mundial, “Hacia la construcción de una sociedad equitativa en Colombia”, señala que el país está entre los más desiguales a nivel global, considerando la inequidad en el acceso a sanidad, educación, alimentación, agua potable u otros bienes o servicios, nivel de desigualdad que de acuerdo con el coeficiente de Gini (0,53), fue el más alto de los países de la Ocde; además de ubicarlo como el segundo de más alto nivel de desigual en la región de América Latina, solo superado por Brasil.

Si bien es cierto esta situación ya se presentaba de forma estructural en el país antes de la llegada de la crisis del covid-19, su impacto ha aumentado aún más la desigualdad, empujando el coeficiente de Gini hasta el 0,54 en 2020, arrastrando a alrededor de 6,6 millones de personas más a la pobreza.

Lo anterior determina que en términos de necesidades básicas insatisfechas  (NBI) la situación del país no sea la mejor, en el entendido que hay regiones o subregiones como Caldas, Oriente Santandereano, la Sabana y el Occidente de Cundinamarca, Eje Cafetero, Antioquia Central, Valle del Cauca y Bogotá donde dicho indicador es de apenas un digito; mientras que otras como la Guajira, Vaupés, la Orinoquia, Choco, el Darién, Inírida y el Pacifico, donde más del 60% de la población se encuentra con NBI insatisfechas.

Obviamente no es desconocido que dichas desigualdades están relacionadas con la distribución desigual de las actividades económicas y las distintas capacidades tributarias de las regiones, pues al compararlas con el resto del país se evidencian diferencias muy marcadas, entre otras que el 57% del recaudo fiscal departamental, es decir, $ 9.6 billones en 2021 se concentro el cinco de los 32 departamentos, Cundinamarca, Antioquia, Valle del Cauca, Santander y Atlántico, los cuales  congregan el 39% de la población total y general el 42% del producto interno bruto.

Partiendo de lo anterior, es claro que las regiones y municipios con peor situación social son aquellos que cuenta con menor capacidad relativa de ingresos para financiar acciones públicas y avanzar en la inclusión social y la reducción de las inequidades, siendo de suyo entendible que la elevada heterogeneidad social, económica y de falta de disponibilidad de recursos tributarios se convierta en un desafío para el gobierno nacional y el país en general, y una oportunidad para que a través del Plan Nacional de Desarrollo se trate de mitigar las brechas y desigualdades tan grandes.

Finalmente se infiere que para remediar en parte tan marcadas diferencias, debe exigirse a los administradores locales y departamentales por parte del gobierno nacional y las diferentes entidades de control, una mejorar sustancial en el manejo de las finanzas públicas asignadas  a través del sistema general de participación y los proyectos gestionados a través del fondo de regalías; cuya inversión de los recursos debe hacerse con responsabilidad y transparencia para poder mejorar los indicadores de pobreza y hambre que padecen hoy millones de personas.


*Melanio Zúñiga Hernández. Abogado y Contador Público especializado en gerencia financiera, amplia experiencia en banca y como revisor fiscal.

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