Por: José Manuel Herrera Brito
Nunca deberá morir la democracia. Sería una gran fatalidad para la humanidad. Toca sí y conveniente es, fortalecerla y profundizarla en todos sus aspectos. De ahí que importante y urgente sea prever lo que con ellas pueda pasar y está pasando, ser observador acucioso de lo que les viene aconteciendo, evitar que se erosione, que los principios que la sustentan se mantengan enhiestos, que no le aparezcan es su devenir autoritarismos que contribuyen a su mengua; razón para que los políticos entiendan que no hay mejor sistema y por tanto no deben aupar su disolución, oficiar como sus enterradores, y ser sí sus redentores, en la verdad, como dijera Sir Winston Churchill que “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”.
No puede permitirse bajo consideración ni punto de vista alguno que se le expida a la democracia partida de defunción, y menos que en ello se use a su antojo por los políticos a la propia institucionalidad. Ningún otro sistema es tan definido como el democrático, ni están en capacidad de garantizar los derechos. Es claro y lo sabemos todos, que una democracia que no garantiza derechos no es ni será nunca una democracia, pues los derechos de las personas no pueden desaparecer de ninguna manera por un querer o capricho de los siempre perversos autoritarismos. Atentar contra los derechos es una forma de socavar las bases, soportes y fundamentos todos de la democracia.
Defensa de la democracia
La defensa de la democracia debe y tiene que ser razón de ser en todo el orbe y no permitir que los grandes espacios ganados con ella se vean amenazados de muerte y peor que lo cual empiece a fraguarse desde la institucionalidad misma, lo que es además de aberrante, a todas luces inconcebible. Hay que dar en su defensa una lucha coherente, sólida, argumentativa, convincente y colectiva; siendo realmente importante y urgente pensar y repensar la democracia, a fin que no se convierta en un sistema frágil de convivencia política que ha sufrido y sufre de manera permanente sobresaltos, desventuras e incertidumbres. Tenemos hoy más que nunca la obligación de meditar y reflexionar sobre ella, tomarla en serio y sea senda propicia para nuevos autoritarismos, importando en ello hacerla más esencial y examinar las sombras que pretenden su destrucción. Democracia debe ser actitud, voluntad moral, convivencia, hermandad ciudadana, justicia y libertad sin individualismos ni privilegios.
En defensa de la democracia y previéndole derroteros devastadores, deben rubricarse políticas radicales, efectivas e intransigentes en su lucha contra la criminalidad organizada, corrupción política, clientelismo, tráfico de influencias y fraude fiscal, entre otras; donde importante es una administración de justicia autónoma respecto del poder político. Garantías constitucionales efectivas, severas y sin impunidad que en verdad y transparencia deben dominar la vida pública en los regímenes democráticos; así como haber un pluralismo informativo en los medios de difusión en respuesta a una plena libertad de expresión que promueva el debate de las cuestiones relevantes para la ciudadanía y comunidad, pues en democracia, la ley la deciden los hombres y los ciudadanos han de ser libres y soberanos para dárselas a sí mismos. Protegiendo la autonomía del ciudadano es como se puede defender de los intentos, internos y externos, por destruir la democracia. saramara7@gmail.com