Por: Julián Martín Ruíz Frutos*
Es la política sin duda, una actividad compleja; también la más noble a decir de connotados cientistas sociales. Max Weber, analiza la política como profesión y en su criterio, la política y el Estado están mutuamente referidos entre sí. En varias de sus acotaciones, nos dice que lo que la política puede ofrecer a quien a ella se dedique (el sentimiento de poder), preguntándose cómo se puede estar a la altura de esa responsabilidad; así mismo, plantea tres cualidades necesarias para el político: pasión, responsabilidad por las consecuencias de sus actuaciones y sentido de la distancia respecto a sí mismo y a las cosas, que califica como realismo; y, que la vanidad, es el peor vicio del político.
Refiere igualmente, que la acción política se caracteriza, como lo revela la historia, por no haber correspondencia entre la intención y los resultados. Las acotaciones de Weber son de difícil comprensión, pues parten de la base que la política es, o sea, el arte y ciencia de gobernar. Por lo que no es desacertado aseverar que provoca correr cuando caracterizamos a los políticos de ahora. Si, a quienes se le inflan las cuerdas vocales, casi hasta reventar, para vociferar insustancialidades, y de ellos estamos llenos.
Desaprovechamos muchas veces a quienes realmente valen la pena por estar inmersos en pequeñeces y ensimismados en luchas intestinas de liderazgo, Igualmente, desaprovechar coyunturas importantes, oportunidades relevantes, en el camino de reconstrucción de nuestras fuerzas para el vital momento cuando llegue la posibilidad real de derrotar a autócratas, demagogos, y populistas, lo que nos revela que el tema de fondo es la debilidad de la oposición, resultado de múltiples factores, siendo el más importante los errores y omisiones cometidos por los opositores, como la falta de unidad por ejemplo.
Seguimos divididos, debilitados, con una acción política restringida a pequeños intentos, sin potencia ni cohesión en el mensaje y, en todo caso, en un desconcierto estratégico entre bandazos que conducen a una peligrosísima desesperanza, a un sentimiento de orfandad que ha servido para aumentar los bandazos y la anomia de la mayoría, que es ese estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales.
La política requiere de hombres superiores, aquellos que se elevan por encima de las determinaciones de la naturaleza y de la sociedad, erigen su propio destino, se aferran a una fuerza que ellos creen trascendentes, aunque no lo sean: el Ideal. Contrapartida de estos sujetos sociales serían los hombres mediocres y los hombres inferiores, quienes llegan hasta desdeñar todo lo ideal y todo lo agradable, en nombre de lo inmediatamente provechoso, ya que su ceguera mental les impide comprender el equilibrio supremo entre elegancia y fuerza, belleza y sabiduría, lo que nos arroja como conclusión, que debemos y tenemos que dejar de lado los caminos equivocados que conducen a permanentes descalabros.
julianruizfrutos@hotmail.com *Abogado. Especializado en Derecho Laboral