Por: Periódico El Derecho

Socialmente bien podríamos afirmar que la juventud es un fenómeno específico de nuestra sociedad moderna. En todas las culturas existen protocolos de diferenciación entre niños y adultos, la mayoría con procesos de tránsito más o menos puntuales a través de ritos de iniciación, la juventud como período de prolongación de la adolescencia y retroceso de la madurez es un fenómeno ligado a las culturas desarrolladas. Más en los últimos tiempos, en los que determinadas circunstancias sociales, económicas y culturales hacen perdurar esa etapa quizá más de lo deseable. En ese sentido, se trata de un período contradictorio en el que convive la madurez física más vital e impetuosa y una dependencia material y afectiva casi absoluta.

La antropología ha visto siempre la juventud como una de las posibles formas culturalmente determinadas de transición entre la niñez y la vida adulta. Así, frente a modelos donde esta transición se caracteriza por ser inmediata, tal como ocurre en las sociedades primitivas, en nuestra sociedad se alarga y se posterga como un rito de iniciación prolongado que incluye la inserción social, la educación formal y profesional, el desarrollo afectivo y de pareja, la inserción laboral y correspondiente independencia económica, y finalmente, la emancipación familiar por vía de vida independiente o constitución de una nueva familia. La juventud sería, pues, algo exclusivo de las sociedades urbano -industriales, un producto de la sociedad en que vivimos, o, en suma, un producto histórico social, como muchos han afirmado.

Fundamental es entonces por decir lo menos, la forma y manera de cómo influye incentivar a los jóvenes en las más de las disciplinas artísticas y deportivas. Una y otra ejercitan los sentidos, la percepción y el pensamiento crítico y deductivo, los motiva a expresar sus definiciones personales y a establecer interrogantes que se resuelven explorando diferentes caminos. De ahí la importancia de fomentar el desarrollo de los valores recreativos culturales, así como las relaciones deportivas y culturales pacíficas, pensadas para el entorno, para resaltar la importancia de la cultura y el deporte en la juventud. Se trata que por medio de estas actividades ejerciten la construcción colectiva y la creatividad, en la certeza que la forma de vida y las expresiones de una sociedad determinan su cultura y es lo que nos da identidad.

La cultura no se puede hacer sola, no es algo individual, necesita de socialización. Las diversas manifestaciones artísticas como el arte, la música, la danza, el teatro, son formas de exteriorizar o de contar nuestra historia, narrar el contexto. Por esto la cultura también es un legado y sirve de base en una sociedad porque en ella se transmiten enseñanzas para las siguientes generaciones. Por eso que es tan importante que se vea reflejada en la juventud. El deporte en tanto, es un elemento universal en todas las culturas al igual que la pintura, la música, la danza y demás expresiones artísticas. Es necesario apostar y valorar estas áreas porque son de vital importancia para que los jóvenes puedan desarrollar sus capacidades personales y a su vez crecer colectivamente como sociedad integrando cada una de estas conquistas. Cultura y deporte sirven para rescatar la constancia, la tenacidad y la capacidad de superar los miedos y los límites que muchas veces tiene la juventud, como una enseñanza de vida aplicable a innumerables circunstancias.

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