Por: José Manuel Herrera Villa*
Refirió hace aproximadamente un decenio en un punzante y tajante comentario el filósofo, semiólogo y escritor italiano, Umberto Eco, que las redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino sin dañar a la comunidad. Ellos eran rápidamente silenciados; pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles.
Viene a viene a cuento lo registrado en atención a que hoy por hoy uno de los principales desafíos que tenemos son los niveles cultural y educativo de sus pobladores; lo que pareciera regocijar a los gobernantes en turno quienes saben a ciencia cierta y conciencia plena que es supremamente fácil convencer, manipular y engañar a un pueblo ignorante e indolente para implementar sus agendas y esconder sus delitos; de ahí la importancia de los programas sociales donde se regala dinero a diestra y siniestra, en el convencimientos que mientras paliarse pueda el hambre, el pueblo no protesta.
Lo que antes explicaba nuestra falta de educación y cultura se soportaba en la falta de acceso a escuelas, bibliotecas, infraestructura y en la mediocridad, que se ha erigido como parte vital de la idiosincrasia nacional, donde juega papel preponderante la ley del menor esfuerzo, la envidia al éxito basado en trabajo y conocimiento, el odio hacia quien tiene más, la ilusión de la gratificación inmediata y, la búsqueda de la aprobación personal por parte de absolutos e ignaros desconocidos a través de la virtualidad, lo que nos lleva a manifestar con el también filósofo Karl Popper, que la verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de rehusarse a adquirirlos. Somos hoy un país donde la ignorancia predomina sobre cualquier forma de aprendizaje.
Ignorancia y falta de cultura que no sólo afecta a las masas; sino a políticos y personajes que aparecen en los medios de comunicación siendo claros ejemplos de lo cual al mostrar y demostrar a las claras su ignorancia y poca cultura. Olvidan ellos que no hay nada libre y mejor que la cultura, la ciencia y el conocimiento, que, dicho sea de paso, no ocupa espacio. Pareciera que a los dirigentes que tenemos les diera pavor que la gente se libere de la pesada carga de la ignorancia; lo que sería el fin de sus inmerecidas carreras de triunfos. Bos queda apurar para que esto cambie e una vez por todas.
*Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación, Evaluación y Gerencia de Proyectos de Desarrollo