Andrés Felipe Ardila Urquijo

Por: Andrés Felipe Ardila Urquijo*

La integración regional es consecuencia de un proceso en el que una serie de Estados se asocian y conforman un nuevo agente, en el mejor de los casos el nuevo actor ha desarrollado una capacidad relativa para gestionar su agenda y es reconocido por la comunidad internacional. Dos ejemplos paradigmáticos de este tipo de integración son la unión norteamericana y la unión europea. Cada uno; con sus respectivos matices, consecuencia de sus intereses y el contexto histórico. Este tipo de procesos para permanecer en el tiempo debe abordar diversas dimensiones, entre las más relevantes se encuentran: la jurídica, la de comunicaciones, la económica, la social y la política.

La dimensión jurídica opera mediante tratados, convenios, acuerdos y normas mutuamente vinculantes, con esto se acuerdan límites y se concede estabilidad al proceso de integración, lo cual disminuye la posibilidad de que un actor se sobreponga sobre otros.

La dimensión de comunicaciones propugna por consolidar una asociatividad que dé como resultado la cercanía, para esto es fundamental, que los estados actores del proceso se sobrepongan a los accidentes geográficos y consoliden vías, aeropuertos, y proyectos conjuntos de telecomunicaciones.

La dimensión económica opera como consecuencia de la dimensión jurídica y de comunicaciones, Andrés Malamud, politólogo uruguayo, reseña cuatro estadios de la integración económica, el primero consiste en eliminar los aranceles y consolidar una zona de libre comercio entre los países actores, el segundo se caracteriza por declarar una unión aduanera en la cual los participantes imponen aranceles a Estados ajenos al proceso de integración. En un tercer estadio, se agrega la libre movilidad de los factores productivos: capital y trabajo. En el último estadio, se establece una moneda para el bloque y una política monetaria.

La necesidad integración social surge como consecuencia de la movilidad de personas en el nuevo bloque, y afronta dos retos, por una parte, es necesario crear un nuevo tejido social con normas y valores compartidos, y por otra, que los servicios sociales como salud, seguridad laboral, educación, entre otros, sean prestados efectivamente a todos los ciudadanos del bloque. De lo anterior, se infiere que una parte de la integración social es un proceso que recae en las comunidades y en los ciudadanos con el fin de evitar la xenofobia y la segregación. Y, paralelo a esto, también es un proceso que recae en las burocracias estatales que deben renovarse y estar a la altura de nuevos desafíos. El ideal fundamental de la integración social consiste en una relativa igualdad entre los ciudadanos del bloque que contrarreste una posible jerarquía de algunos grupos sociales sobre otros, y que ello se refleje en el acceso efectivo a servicios sociales prestados por el nuevo Estado.

Por último, la dimensión política concede participación e incidencia a los ciudadanos del nuevo bloque mediante elecciones democráticas de parlamentarios regionales, el ideal de este tipo de organización es que la representación sea paritaria para cada Estado participante, y, que la presidencia sea rotativa con el fin de evitar que los Estados con mayor capacidad sobrepongan sus intereses en la agenda.

Lo anterior se pude interpretar como una teoría estructural de la integración en la cual se da una receta, o los pasos a seguir para cualquier contexto, sin embargo, los procesos de integración regional responden a distintos intereses y desafíos, por ejemplo, en el caso de la unión Norte Americana uno de los desafíos fundamentales consistía en contrarrestar el poder colonial de los viejos imperios europeos y garantizar la seguridad de las costas atlántica y del pacífico.

En el caso de la unión europea, el objetivo central consistía superar los efectos de la segunda guerra mundial, y consolidar los sistemas de democracia parlamentaria y de economía de mercado. De lo anterior se extrae una evidente tensión académica en los enfoques de integración regional, por una parte, hay autores que defienden una teoría estructural de la integración, aplicable a cualquier contexto, y por otra, hay quienes sugieren que los enfoques responden a necesidades históricas e intereses de los Estados, un argumento que esgrimen los últimos consiste en señalar que los enfoques de integración regional en Latinoamérica han fracasado por hallar la inspiración en la unión americana y en la unión europea. Y que ello no responde los desafíos y al contexto histórico propio de región. Así las cosas, surge el interrogante: ¿Cómo puede Latinoamérica adelantar su anhelada integración regional? ¿A partir de un enfoque estructural? O ¿particularista? O ¿Un enfoque mixto que combine las bondades del estructuralismo y el particularismo?

* Andrés Felipe Ardila Urquijo. Administrador publico ESAP. Estudiante de filosofía

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