Por: Anny Margarita Herrera Villa*
Innovar es construir un camino inédito con el conocimiento disponible hacia una meta razonable; estar dispuesto a que algo de lo que haces no siga igual; sólo en lo que no está innovado está basada la esperanza; transformar conocimiento en reto (o intentarlo); sólo en aquello que aún no está puesto en juego (en lo que aún no existe), está basado el mejor futuro de lo que está puesto en juego (de lo que existe); sólo en lo que aún no se está haciendo (mejor) está basado el (mejor) futuro de lo que se está haciendo; gestionar conocimiento de modo original al servicio del progreso humano; empresarialmente es transformar (o intentarlo) conocimiento y riqueza en más riqueza y satisfacciones; también, transformar conocimiento en algún tipo de valor reconocido (o cotizable).
El propio concepto de Innovación va adaptándose también a la sociedad y la innovación es multifacética, abarca muchas dimensiones y es variable también con el tiempo. Por estas razones, pienso que el concepto de innovación tiene que revisarse casi a diario con la intención de mantenerlo actualizado, o lo que es lo mismo, hay que innovar incluso en la propia innovación.
En sentido amplio podemos considerar como innovación todo cambio que genera valor, todo cambio basado en conocimiento que genera valor para la empresa, resultado de un proceso complejo que lleva nuevas ideas al mercado en forma de productos o servicios y de sus procesos de producción o provisión, que son nuevos o significativamente mejorados. En el contexto empresarial, las ideas que generan valor son básicamente de tres tipos: comerciales, gerenciales u organizativas y tecnológicas; de ahí que se hable de innovaciones comerciales nacidas del conocimiento comercial y, por las mismas razones, de innovaciones organizativas o de innovaciones tecnológicas, últimas éstas a las que siempre se ha otorgado una mayor importancia, por ser las que pueden tener mayores y mejores consecuencias, por supuesto sin despreciar a las demás.
Nuestro sistema de innovación es a todas luces aún pequeño. En términos de PIB, el gasto en I+D es mucho menor de lo que corresponde en términos de renta, lo que se refleja en el número de investigadores, lo que nos dice que si el número de empresas innovadoras es pequeño, tenemos una investigación pública que no es capaz de generar la tecnología que se demanda, el cuerpo empresarial cuenta con muy pocos investigadores por lo que presumiblemente no podrá crear la tecnología que necesita y difícilmente será capaz de absorberla de su entorno, tenemos que concluir necesariamente que nuestra situación no es tranquilizadora. Afortunadamente, este sistema cuyo más evidente mal es su pequeño tamaño, está demostrando cierta habilidad para obtener rendimiento de los recursos materiales y humanos de que dispone, lo que hace necesaria una fuerte expansión de nuestro sistema de innovación para llegar a los niveles que el país necesita y poner las bases para que una dedicación continuada de recursos por parte de las empresas y de las administraciones pueda orientar y hacer cambiar nuestro panorama en este sentido y sería deseable que fuera asumido por nuestra sociedad.
Por todo lo expuesto y ante la falta de ingenieros especializados en las nuevas tecnologías por la extraordinaria demanda de software, interesa sobremanera que apostemos por la innovación, ir tras un ambicioso plan que permita poner un clúster de innovación tecnológica destinado a formar ingenieros, atendiendo a las exigencias y los desafíos que encaran las organizaciones ante los retos como la Inteligencia Artificial (IA), en la certeza que requiere el país formar el capital humano que solicitan las empresas para ampliarse en todos sus estadios y seguir fundamentándose infraestructuralmente.
*Ingeniera Industrial. Especializada en Gerencia de Proyectos