Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Evidente es y demostrado está, que las ausencias de gobierno y ley, pasan factura, esto es, terminan cobrando, lo mismo que el abandono de las instituciones, a la par que traen como consecuencia desgobierno e incertidumbre entre otras calamidades que se ensañan con los pueblos al campera por sus calles la inseguridad y se hacen presentes a sus anchas, amenazas, extorsiones, atracos, homicidios, bloqueos de vías y demás otras vicisitudes por parte de la delincuencia que demanda en manera importante y urgente seguridad, hasta el punto que cunde el hartazgo en la comunidad cansada de ser víctimas de los criminales, que espera no ser abandonada por la autoridad.

Y como no podía ser de otra manera, nuestra gente tiene miedo y no lo oculta, temen salir a sus trabajos porque al hacerlo se juegan la vida. Los ataques son indiscriminados por parte de integrantes de organizaciones criminales quienes exigen a todos pagos por todo, lo que se volvió una constante que pareciera ser normal. Se nota una población, amén de asustada, cohibida, humillada y vejada, razón por la que requerimos un gobierno que no deje de serlo, que no deje de gobernar, sino que gobierne bien y mejor en beneficio de la comunidad toda, lo que es ardoroso clamor y sentida exigencia.

Vivimos un drama en todos los frentes desde hace más de doce años, en los que tuvimos unos gobiernos distritales lamentables, ineficaces, derrochadores, incumplidos, demagogos, populistas, que dejaron una ciudad devastada, decrecida, con penosos índices en educación, salud, desarrollo social y humano, así como en crecimiento económico, insegura en grado superlativo, desaseada, insalubre y “mal educada” en general, como señalan estudios serios sobre el particular de ciudad; reconocidos impactos que siguen estremeciendo a los samarios, cuya padecida situación tiene desnuda la trágica incapacidad de nuestras autoridades que en esos años no estuvieron a la altura de las circunstancias, más sí con una magnitud desastrosa que exhibió la incompetencia y negligencia gubernamental; aspectos todos que esperamos corrija está nueva administración que recién comienza, a la que compete superar el caos, así como definir y enrutar nuevos ordenamiento camino a superiores convivencia, integración y cohesión social, a fin que no sigan trascendiendo saña, violencias y desgobiernos.

Se impone asumir como corresponde la primera magistratura de la ciudad para que los criminales no sigan haciendo y deshaciendo a placer, como tampoco sigamos en descenso respecto de los integrales desarrollos, productividad, competitividad, bienestar y prosperidad.

Gobernar es dirigir, disponer en democracia, abordar las nuevas necesidades, corregir insuficiencias, no hacer dejación de lo que es o debe ser la acción de gobierno, encarar nuevos proyectos y nuevas iniciativas, impulsar, fomentar, no convenir con la parálisis política, nunca dañar el interés social, no permitir contaminaciones en la actividad gubernamental, ni caminar por las vías de la parálisis y el incumplimiento, cuando la obligación constitucional es la eficiencia, la búsqueda de oportunidades, avanzar, protagonizar progreso en beneficio colectivo. Que todo ocurra de forma ordenada con sanas ocurrencias e iniciativas, gastos racionales en contexto de austeridad, con presencia de verdaderos y ordenados proyectos y, eso sí, sin mucha palabrería vana, invocación del santo progreso de naderías ni objetivos que son desmentidos al rato de sus anuncios.

Gobernar es reconciliación, acercamiento, reencuentro, convivencia, proceder y reaccionar con responsabilidad, dignidad y compromiso para que la realidad se imponga y dure para continuar en las sendas de la legitimidad, sortear obstáculos, buscar las soluciones mejores y hacer valer los intereses generales sobre los particulares. Eso manda el bien gobernar y no parapetarse en mentiras, demagogias ni baratos populismos.

*Jurista – rubenceballos56@gmail.com

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