Por: José Manuel Herrera Brito
Refiere la noción de inequidad, a la ausencia de equidad, al tiempo que alude a la igualdad o la justicia, y se genera cuando hay una situación de desequilibrio o de falta de ecuanimidad. La desigualdad, se refiere al fenómeno de distribución desigual y/o injusta de recursos y oportunidades entre los miembros de una determinada sociedad y no es sólo un problema moral o social, sino que también afecta el crecimiento económico, ya que las sociedades con altos niveles de desigualdad tienden a experimentar un menor crecimiento y más inestabilidad, como nos lo manifiesta el economista francés Thomas Piketty. Pese a que inequidad y desigualdad suelen usarse como sinónimos, y de hecho así lo acepta la Real Academia Española (RAE) en su diccionario, hay quienes establecen diferencias entre ambas ideas. Ciertos pensadores vinculan inequidad y equidad a la moral y la ética, dejando desigualdad e igualdad en la estadística, lo que determina de conformidad con esta postura, que la desigualdad no siempre equivale a la inequidad.
Existen hoy muchas teorías que explican el aumento de la desigualdad en varios países en que la mayoría de sus miembros son de altos ingresos, siendo la más recurrida la globalización, que tiende a castigar a los trabajadores con bajo nivel educativo. Ella, la globalización y el avance tecnológico han beneficiado en proporción mayor a los trabajadores con superiores habilidades, y a las personas con capital disponible, así como ha aumentado el empleo precario, sin seguridad social y disminuido los empleos bien remunerados en el sector manufacturero.
Igualmente, hay que decirlo, las políticas fiscales y sociales se han vuelto menos redistributivas, con reducciones en la progresividad de los impuestos y en el gasto en servicios sociales. Factor clave ha sido la educación, ya que la desigualdad en el acceso a una educación de calidad perpetúa las diferencias de ingresos, siendo así que las personas con acceso a una educación de calidad obtienen mejores empleos e ingresos. Y si bien en los últimos decenios ha habido crecimiento económico en algunos países, desigual ha sido la distribución de sus beneficios, aumentando la desigualdad económica y social. Pero también debe decirse que la globalización ha hecho posible que otras naciones hayan disminuido radicalmente la pobreza, de modo que el mundo en su conjunto tiene hoy menos pobres que hace cuarenta años, pero hay mayor desigualdad.
Opinan estudiosos de la temática, caso J, Rawls, autor de “Teoría de la Justicia”, que una sociedad bien ordenada es aquella en la que todos los individuos tienen un sentido de justicia común y en la que las instituciones básicas tratan a las personas con igualdad, mitigando las desigualdades que surgen de factores arbitrarios como el nacimiento o la suerte. Amartya Sen, considera que la desigualdad no se mide sólo en términos de ingresos o riqueza, sino también en términos de capacidades y oportunidades. Una sociedad verdaderamente justa debe asegurar que todos sus miembros tengan la capacidad de llevar una vida digna. Stiglitz afirma que la desigualdad extrema es corrosiva para nuestras sociedades. Destruye la cohesión social y la confianza, y conduce a políticas que favorecen a los poderosos a expensas del resto.
En definitiva, la desigualdad afecta a la estabilidad social, a la equidad y la justicia, mina la fe en las instituciones públicas y la democracia. Persiste, no deja de aumentar y traduce como tarea el desafío de disminuirla sustancialmente. saramara7@gmail.com