JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito

La política es la ciencia y arte de gobernar que trata de la organización y administración de un Estado en sus asuntos e intereses de comunicación pública. La política real, en tanto lucha por el poder en función de intereses y ventajas, se expresa y efectúa en el proceso de elaboración de políticas. Es una actividad cuyo objetivo es el de resolver pacífica y razonablemente conflictos entre las personas y los grupos humanos. También una forma particular de afrontar aquellos conflictos que deben resolverse democráticamente. La decencia, en tanto, expresa algo más profundo que la instrucción, y la comunicación cordial, por más importantes que sean para la convivencia. Es respetar al otro, ser sensible ante sus necesidades, no sentirse “por encima de”. Saberse en el deber de escuchar con atención, no querer imponer criterios; no dar golpes bajos, no mentir deliberadamente. Implica honestidad, honorabilidad, pulcritud, probidad. Tiene un componente de natural predisposición personal al respeto y la consideración hacia los demás y resulta de la síntesis que reúne además la formación recibida en el seno familiar, la educación en el sistema escolar- Lamentablemente, deteriorada hoy en las relaciones entre las personas.

Definitivamente interesa, importa y urge, una política decente, lo mismo que un hacer y quehacer político más que decoroso y digno. “Creería de pronto no estar fuera de lugar y desde la “ingenuidad”, que es tamaña empresa y cometido que puede lograrse, sin que importe en que línea ideológica o política se encuentren los actores, ya que lo que real y verdaderamente interesa son las tareas fundamentales que haya que emprender para llevarnos a esa excepcional escenario de una política recatada, donde instalado esté el hecho común de pensar que el poder político debe estar acotado, que los derechos individuales deben defenderse siempre, que el pluralismo de partidos, religiones y naciones tiene que ser fundamental, que la apertura de la sociedad civil es no negociable, así como los derechos de la oposición y del desacuerdo, así como el acomodamiento de la diferencia y la bienvenida a los extranjeros. Una política así entendida, traduce decencia por estar llena de generosidad de espíritu al pensar en el bien, que no en el mal ni en radicalismos.

Necesitamos políticos superiores, de espíritu elevado y altas miras, prestos y listos a luchar con denuedo contra la demagogia, el populismo, el autoritarismo, la tiranía y demás otras de las muchas aberraciones que de manera perniciosa y perversa se pasean por sus escenarios. Que defiendan la equidad e igualdad de oportunidades. Que resistan abiertamente los nacionalismos xenófobos contemporáneos y se opongan a las pasiones chauvinistas y exclusivistas de ciertos grupos identitarios. Que sepan cuándo usar el poder del Estado de Derecho para defender lo malo y peor, se planten con valor civil frente al poder, lo mismo que hablen y promuevan siempre la verdad real.

Las batallas por la decencia y la verdad son y serán siempre tanto esenciales como importantes, más aún en nuestro tiempo, plagado de mentiras e indecencias por doquier, y por cuanto todo lo que acaece en el amplio ámbito de la política lejos está de esa decencia en la que se mofa, señala, ridiculiza, ningunea y descalifica sin ideas a los adversarios e incluso a los de sus mismos grupos, movimientos o partidos. Nada ni nadie se respeta. Vulgaridad total.

En general, gente y políticos decentes, parecieran no tener porvenir, por estar hecho el escenario político para los codazos, la utilización de lo rastrero y las armas vitandas, la felonía, la traición, la deslealtad, el insulto, la procacidad y la franca grosería. A nada ni a nadie se respeta, lo que debería tener como consecuencia sanciones sociales y morales ejemplarizantes. Resultado de lo cual: la la descalificación misma de lo político y el hecho cierto que los ciudadanos del común no tengan tampoco ningún respeto por quienes se dedican a la política, que debería ser el más noble de los oficios como el arte que es en realidad de la negociación, del diálogo, de la búsqueda de consensos, de mínimos comunes múltiplos con los que individuos, ciudadanía y comunidad puedan sentirse plenos y desarrollarse a cabalidad. saramara7@mail.com

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