Por. Lisbeth Paola Barraza Escorcia*
Se ha privilegiado en todo tiempo y lugar el trabajo del hombre, a costa de pordebajear el de la mujer. Ejemplo de ello, su dedicación al hogar, que se ha tomado y aún hoy, como si el trabajo del hogar no fuera tan difícil o más extenuante que el trabajo del varón fuera de él, aunque por fortuna empieza a reconocerse tal labor, así como el cuidado de la familia, incluidos niños y adultos mayores.
De ahí que sea censurable sin duda alguna afirmar que la mujer tiene menos capacidades para otras tareas, como afirmar también que es superior en capacidades que el hombre, lo que no es dable generalizar, porque siempre hay excepciones de ambas partes ya que en los humanos hay fortalezas y debilidades en los géneros, sin distinción. Por tanto, afirmar que la mujer es mejor administradora, en las tareas del servicio público o que son más honestas que los hombres, tampoco puede generalizarse, la excepción o la regla no lo permiten.
Lo que si hay que dejar claro es que no se trata bajo punto de vista alguno, de privilegiar ningún género, como tampoco entrar en vulgar competencia, que no rivalidad, donde se vuelva al antiguo anhelo de competir con cualidades y virtudes para alcanzar un espacio en el sector público o privado. Es manejarlo todo a este tenor con mostrada y demostrada ética, que son los valores o principios a los que aspiramos o que nos gustaría practicar, pero la moral es lo que la hacemos por costumbre –lo que hacemos– en la realidad, que se refleja en la verdadera moral de lo que somos, por lo que hacemos, lo que en realidad acostumbramos a hacer y hacemos.
Es así como vemos a ciertos políticos pregonando valores éticos y presumiendo de ello, pero su costumbre, desempeño o actuación es otra muy distinta y ello, a diferencia de su ética, evidencia y exhibe su verdadera moral; cuando lo que interesa sobremanera es que todos los géneros para ejercer a plenitud sus derechos, deben ser honestos, no utilizar su condición para el chantaje y medrar con su condición, no confundir la igualdad con la equidad, que son cosas diferentes y la igualdad, solo existe entre iguales.
Qué tan lejos estamos de alcanzar la auténtica honestidad para poner en práctica virtudes, debilidades y fortalezas, para competir por cualquier cargo, porque vemos muchos casos hoy, que con el pretexto de la equidad, llegan sujetos altamente ignorantes, deshonestos y ello no debe ni puede permitirse.
*Lideresa Social Comunitaria. Conferencista. Tallerista. Columnista