Por: José Manuel Herrera Brito
Hoy para desgracia de todos, hemos abandonado impunemente las humanidades, lo que está yendo de la mano con el alejamiento de la gente de las responsabilidades que le competen respecto de la conformación de la escena pública. La separación de lo bueno y lo políticamente correcto indica a las claras la ruptura que ha producido en la vida en sociedad la consideración unilateral de la llamada razón técnica, entre otros aspectos por ser prácticamente imposible la neutralidad moral en la ordenación de la vida pública, lo que a diario vivimos y sufrimos, lo que hace necesario que se humanicen la razón técnica y la razón política como resultado del despertar de las iniciativas e impulsos vitales de las personas, como consecuencia de centrar la dignidad humana.
La posmodernidad es un fracaso si vemos la incidencia de los avances de la ciencia y la técnica en la calidad de vida de la gente; y, si observamos y analizamos la calidad del ejercicio de las libertades en este tiempo, limitadas por las tecno-estructuras dominantes. La manifestación de ese fracaso es, sin tapujos, la quiebra del humanismo, al implicar renunciar a los grandes ideales, ir tras el conformismo y hacernos adictos al individual consumismo que corta todo asomo de pensamiento crítico y vulgariza cualquier intento de rebeldía cívica frente a tanto manejo.
El desprecio del humanismo y las humanidades, ha minado con celeridad los soportes de los órdenes social, político, económico y justificar lo injustificable; vale decir, mercadear y transar con la dignidad del ser humano; esto es, del que es, va a ser o está a punto de dejar de ser; o lo que es igual, el uso, con ocasión y sin ella, de las personas, que se consideran objetos para usar y desechar; contexto en el que cobra singular importancia las humanidades, aunque el interés general por la literatura, la historia, la filosofía, la teoría de la ciencia o el arte sea cada vez menor y los halagos se los lleven los escándalos, el morbo y la intimidad de los famosos, temas de los habla la mayor parte de los mortales.
Las humanidades deben y tienen que facilitar una aproximación crítica a la realidad social, constituir faro permanente de cultura, recordarnos la deuda con el pasado e inspirar a tope nuestra creatividad; de ahí que importante y urgente sea tomarnos en serio las energías latentes en la sociedad y asumir el dinamismo vital del mundo de la realidad y de la cultura; razón para reivindicar y exaltar el gusto por el pensamiento en toda su dimensión, la reflexión y el compromiso con los valores humanos, en la verdad que de olvidarlos, iremos raudos al empobrecimiento del pensamiento, de lo ético y perderemos la cohesión de nuestra civilización.
Frente a lo dicho, se impone e interesa, además, rescatar la disposición cívico y moral para que la democracia no sea lo que vemos que está siendo; más cuando nos es preciso un sistema de referencias personales y colectivas que partan de la centralidad del ser humano para evitar las miles de sumisiones y manipulaciones que hoy registra el horizonte cultural. Volver a las humanidades y al humanismo es importante, necesario y urgente sobremanera, puesto que ayudará con creces a potenciar lo que se ha ido perdiendo de ética y moral. saramara7@gmail.com