Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

Por: Melanio Zúñiga Hernández

Según los estudios de diversos investigadores y universidades prestigiosas como Harvard, Yale, Oxford, Cambridge y Téchnical University of Múnich, entre otras, han ha convertido en una prioridad internacional la lucha contra el calentamiento global ocasionado por la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), a partir de que el Acuerdo de París de 2015 recoge la necesidad de mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 2°C, con una recomendación prioritaria a trabajar para que la temperatura no aumente por encima de los 1,5 °C.

En este contexto, el hidrógeno verde surge como una alternativa y se convierte en una herramienta para la consecución de estos objetivos, cuyo papel será clave en el mediano y largo plazo para descarbonizar ciertos sectores de difícil electrificación, ya que forma parte de cada rincón del universo, y es el combustible con la máxima eficiencia energética por masa y cuando se utiliza no emite CO2.

Sin embargo, este elemento tan codiciado y preciado no está presente en forma de molécula aislada en la tierra, sino que es necesario “extraerlo” de los otros elementos con los que está enlazado (por ejemplo, el oxígeno) utilizando una fuente energética.

El marcado interés en el hidrógeno verde se pudo evidenciar durante la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), celebrada en el mes de noviembre en Egipto, en donde las grandes potencias del mundo dejaron ver su entusiasmos en este combustible, del que se espera se convierta, además de una solución al problema de transición energética en un factor de desarrollo.

Países como Alemania le apuestan a invertir durante los próximos años más de 4.000 millones de euros en desarrollar un mercado, mientras que Estados Unidos ha hecho del hidrogeno “limpio” un elemento central de su gobierno y la Ley para la reducción de la inflación, que provee subsidios a la generación de energía a partir de fuentes renovables. China por su parte viene invirtiendo cantidades enorme de dinero en electrólisis del agua, a tal punto que algunos observadores temen que se adueñe del mercado, como hizo con el de paneles fotovoltaicos.

Para ejecutivos de primera línea como Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE (Agencia Internacional de la Energía), el método de extracción del hidrogeno es crucial, ya que algunos conllevan un gasto de energía y emisiones de CO2 considerables; en tanto otros estudios determinan que el único método de extracción con un bajo impacto es a través de la electrólisis del agua con la energía obtenida de fuentes renovables, como la eólica y la solar, permitiendo obtener el denominado hidrógeno low carbon o “verde”, que desafortunadamente aún representa un porcentaje mínimo de la producción mundial.

Si bien es cierto el hidrógeno se suele considerar como una importante fuente de energía para la futura transición energética que empieza a revelarse como un instrumento fundamental para abordar el cambio climático, su uso todavía es muy limitado en la producción de energía porque resulta caro comparado con los combustibles fósiles, y el logro de un futuro sostenible es una elección política que exige liderazgo y cooperación, sobre todo de los países desarrollados.

El auge del hidrógeno a nivel mundial se debe a su gran versatilidad, convirtiéndose  en el elemento más simple de la tabla periódica y enormemente reactivo, por lo que no se encuentra normalmente libre en la naturaleza sino combinado con otras moléculas, lo que hace que el hidrógeno no sea una fuente de energía sino un vector energético, dado que debe usarse energía para su producción.

El interés en el desarrollo de proyectos de hidrógeno renovable permite que actualmente 30 países hayan desarrollado sus propias hojas de ruta del hidrógeno o planes energéticos en los cuales el hidrógeno juega un papel clave en sus estrategias de reducción de emisiones. La estrategia de la Comisión Europea resulta especialmente ambiciosa y considera movilizar entre 180 y 470 billones de euros de financiación público-privada abarcando desde la investigación y desarrollo de tecnologías hasta incentivos para la instalación de plantas de generación de hidrógeno verde.

Adicionalmente los diferentes estados miembros también proporcionarán sus propios incentivos donde destacan Alemania con un programa de apoyo público de 9 billones de euros (2 billones de euros se destinarán a acuerdos internacionales) o Francia con 9 billones de euros. Otras grandes economías como Japón o Corea del Sur también han decidido destinar 19 y 2,4 billones de dólares respectivamente para la financiación de proyectos relacionados con la economía del hidrógeno.

Colombia no ha sido ajena a estas dinámicas internacionales y en este sentido, al ser un país privilegiado en cuanto a la diversidad y disponibilidad de recursos naturales que cubren sus necesidades energéticas actuales y que sientan las bases para la producción futura de hidrógeno de bajas emisiones, busca a través  de la Contribución Determinada a Nivel Nacional comprometer una reducción de emisiones del 51% en 2030; compromiso que se refleja en la Estrategia 2050, y en la actualización del Plan Integral de Gestión del Cambio Climático del sector minero energético y en el proceso de actualización de la Contribución Determinada a Nivel Nacional de Colombia, conocida como NDC, donde se establecen acciones ambiciosas para enfrentar los efectos del cambio climático de cara a los próximos 10 años19.

En este sentido, además del actual impuesto al carbono determinado por la Ley 2277 de 2022 y el sistema de compensaciones, se está evaluando la puesta en marcha de distintos mecanismos, como un sistema de cupos transables de emisión, para incentivar el uso de fuentes de energía más sostenibles. Se espera que el sistema incorpore adecuadas señales económicas para la transición de la demanda actual de hidrógeno hacia las distintas formas de producción de bajas emisiones y abrir la puerta a la sustitución.

Con el objetivo de incentivar el desarrollo de proyectos competitivos de hidrógeno y facilitar la búsqueda de acuerdos internacionales que atraigan la inversión y las capacidades tecnológicas necesarias, la Ley 2099 de Transición Energética de 10 de Julio de 2021 fija un marco fiscal ventajoso para la inversión en fuentes no convencionales de energía contribuyendo a la recuperación de la economía. El hidrógeno verde y azul juegan un papel central en la misma al ser considerados como FNCER y FNCE respectivamente y a ambos les serán aplicados los beneficios de la Ley 1715 de 2014 durante un periodo de 30 años.

Igualmente, la exención de pago de derechos arancelarios, la exclusión del IVA, la depreciación acelerada y la deducción del impuesto de la renta del 50% de la inversión, son poderosos instrumentos de apoyo para garantizar la competitividad de los proyectos de hidrógeno de bajas emisiones y proporcionan seguridad a los inversionistas.

Importa señalar finalmente, que la drástica política del gobierno nacional en tanto la necesidad de aceleración de la transición energética busca impulsar el conocimiento tecnológico, el despliegue de infraestructura y el uso del hidrógeno renovable, como sustituto del hidrógeno de origen fósil empleado actualmente en la industria. Asimismo, se pretende estimular un nuevo vector energético que permita el almacenamiento a largo plazo, el acoplamiento de sectores, la gradual descarbonización de actividades “difíciles de abatir” y su penetración dentro del sector transporte en aquellos casos donde la electrificación no es viable en la actualidad.

Esto último va en línea con la “Estrategia Nacional a Largo Plazo 2050”, donde ya se destacan aplicaciones como la industria y el transporte pesado, sectores en los que la electrificación y el uso de baterías tendrán dificultades para ofrecer soluciones razonables.

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