Por: Sergio Parra*
El joven magnate asegura que solo tendrá descendencia cuando las interfaces cerebro-computadora permitan enlazar a los niños con la tecnología desde su nacimiento. Alexandr Wang, prodigio de la inteligencia artificial y fundador de Scale AI, ha lanzado una declaración que no solo inquieta, sino que también señala el rumbo al que podría dirigirse la evolución humana. Jane Goodall: «Lo que haces marca la diferencia y tienes que decidir qué diferencia quieres marcar». Apoya nuestro trabajo, protege el planeta.

Según Wang, no tiene intenciones de convertirse en padre hasta que existan tecnologías capaces de unir directamente la mente humana con los ordenadores. Y no es una metáfora: se refiere, en concreto, a avances como los de Neuralink. Así lo expresó recientemente en una entrevista donde abordó temas candentes como la fusión del ser humano con la máquina, la crianza en la era postbiológica y la posibilidad de que el intelecto artificial supere las limitaciones naturales de nuestra especie. En palabras del propio Wang, “los primeros siete años de vida son cruciales: es cuando el cerebro es más maleable, más capaz de integrarse con las interfaces tecnológicas”. Desde su visión, un niño criado desde el nacimiento con acceso directo a las máquinas no solo tendría ventaja, sino que encarnaría el siguiente paso evolutivo.
Evolución a ultravelocidad. El pensamiento de Wang no es un delirio aislado. El emprendedor —reclutado recientemente por Meta, según diversos medios— sostiene que el desarrollo vertiginoso de la inteligencia artificial está en constante descompás con los ritmos de la biología. Mientras los sistemas neuronales orgánicos necesitan años para madurar, las redes artificiales evolucionan en semanas, incluso días. En este contexto, conectar el cerebro humano con las computadoras se presenta no como una opción futurista, sino como una necesidad inminente para no quedar obsoletos. La entrevista ha generado un tsunami de reacciones en redes sociales. Mientras algunos celebran la visión vanguardista de Wang, otros lo acusan de deshumanizar uno de los actos más esenciales de la existencia: traer una nueva vida al mundo. Pero para el joven empresario, las emociones no pueden opacar lo evidente: “criar un hijo en el siglo XXI exigirá mucho más que amor y educación. Exigirá preparación tecnológica”.
Más allá de Neuralink. En este escenario, tecnologías como Neuralink no serían solo un complemento, sino una extensión esencial del cuerpo y la mente. Aunque el propio Elon Musk ha señalado que sus dispositivos todavía están en fases tempranas de prueba, la idea de que un niño pueda conectarse de forma nativa con una máquina no parece tan distante. De hecho, en ensayos recientes se ha demostrado que ciertos implantes permiten ya la decodificación de señales neuronales con notable precisión, lo que allana el terreno para aplicaciones futuras en educación, lenguaje e incluso emociones.
Wang propone, por tanto, una crianza futurista en la que el aprendizaje no dependerá de libros ni profesores, sino de un flujo directo de datos al cerebro. En lugar de esperar a que el lenguaje se forme, los niños podrían “descargar” idiomas completos. En lugar de tardar años en comprender matemáticas, podrían asimilar patrones complejos en cuestión de días. Es una visión extrema, sí, pero cada vez más cercana. La ética, la biología, la psicología y la espiritualidad están ahora frente a un nuevo dilema: ¿cuándo estaremos realmente listos para ser padres en la era de la inteligencia artificial?
* Periodista. Especializado en Temas de Ciencia, Naturaleza, Tecnología y Salud