Por: Rafael Robles Solano*

Al abordar éste discutible contenido, pretendo llamar la atención respecto a cómo en pleno siglo XXI, el tema religioso continúa demarcando costumbres, culturas y estados islámicos qué basados en el fundamentalismo musulmán, siguen denigrando y segregando a las restantes confesiones que no comparten sus creencias, al calificarlas como falsas y a sus seguidores como infieles.  Los países con marcada inclinación teocrática, se han convertido en naciones controversiales como es de conocimiento público, generando en muchos casos persecuciones étnicas masivas de poblaciones que se ven hostigadas como acontece desde hace años en Asia y el norte de África, debiendo huir y emigrar hacia Europa principalmente.

A propósito de lo que acontece actualmente en Afganistán, donde cientos de miles de pobladores han tenido que salir corriendo de sus tierras, para no ser víctimas de las retaliaciones promovidas en este caso por los más radicales estamentos de las militancias Talibanes, situación que nos desnuda su terrible tragedia y pone a pensar sobre las repercusiones de semejante conflicto.

Sin embargo, más allá de ésta dolorosa circunstancia, deseo reseñar como al margen de los avances y desarrollos de las ciencias y las tecnologías modernas, el ser humano aún persiste en sus creencias religiosas, cuando en su inmensa mayoría, como aconteció al principio de la humanidad y en medio de sus miedos, creo los dioses, para consuelo sicológico frente a la irrebatible cita con la muerte. 

Las sociedades occidentales principalmente, se reparten entre las tres más grandes religiones de un Dios único, la ya citada islámica, la judaica y la cristiana. Pero pese a que éstas tienen un origen común, permanecen en constantes conflictos, sea porque se disputan entre árabes o mejor, palestinos e israelitas a Jerusalén, como su ciudad sagrada, por solo citar este caso; las diferencias confrontacionales entre las mismas confesiones cristianas, protestantes y católicos; entre éstos últimos a los evangélicos, presbiterianos, mormones, los testigos de Jehová, los bautistas, adventistas, pentecostales y un largo etcétera.

Finalmente deseo hacer un somero repaso para distinguir las diferencias que concurren en sus respectivas devociones, en cuanto a si son solo teístas, creyentes en Dios, sin nexos con ninguna religión, equivalen a lo que se denominan como latrías; los deístas que se inclinan por reconocer a un Dios sólo personal, sin intervención de la providencia o de religión alguna; los de las dulías, que veneran preferencialmente a los santos; los de las hiperdulías o mejor conocidos como marianos, que a adoran a la virgen; a diferencia de los llamados agnósticos y de los que se califican como ateos.

Estas creencias, conceptos y posturas teológicas son respetables, pese a que por ellas a lo largo y ancho de la historia de todas las civilizaciones, se ha y se sigue derramando la sangre de los no creyentes.  De ahí la importancia de manejar la educación laica y la formación espiritual sin pretender imponer posturas de idolatría, que solo contribuyen a fomentar los fanatismos religiosos tan nefastos que hoy conocemos. Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com.co  

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