Por Carlos Villota Santacruz

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Internacionalista, experto en marketing político, experto en marketing de ciudad. Comunicador Social y Periodista y Escritor.

Desde el pasado mes de enero de 2020, cuando la pandemia del coronavirus avanzó como un “tsunami” por el mundo, los ciudadanos nos vimos obligados a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. En palabras del Papa Francisco, “la emergencia sanitaria le ha brindado a la presente generación a desarrollar nuevas formas de vida” Si miramos con detenimiento en ciudades como Cartagena en Colombia, en Veracruz en México o Mallorca en España, la tierra parece estar descansando de la contaminación y la irresponsabilidad de un mal uso de los recursos naturales.

En esencia, el aire que respiramos es más limpio. Las aguas más transparentes. Los animales regresaron a muchos lugares, donde había desaparecido. Bajo estadísticas elevadas de personas contagiadas por el coronavirus –más de 102 millones- y miles de personas fallecidas por el virus chino. De 10 lectores de esta columna, 6 sufrieron el impacto del Covid-19 en su cuerpo o han visto sufrir a un amigo o familiar por una enfermedad que no respeta condición social. En el peor de los casos, han visto perder la vida de padres, hermanos, hijos, nietos, tíos y abuelos.

Bajo esta radiografía el Día Mundial de la Oración que se llevará cabo el 11 de febrero, nos invita a los creyentes de la Iglesia Católica a fortalecer la fe. A cultivar los valores y construir proyectos colaborativos que trasciendan de una coyuntura, que aún no tiene fecha de caducidad. De tal es la crisis en salud, económica y política en Estados Unidos, América Latina, Europa, Asía y Oceanía –que al margen de la incertidumbre- invita a mirar por separado y con “ojos de análisis crítico”, el impacto del coronavirus en el personal médico, en la familia y los sectores público, privado, la academia y los gremios.

Las palabras claves giran en torno a salvar el mayor número de vidas y la reactivación económica. La pregunta es: ¿cómo hacerlo? ¿Cuál es la mejor vía y la menos traumática? Lo primero que hay que decir es que se requiere es crear una autopista en materia de incentivos que faciliten y de viabilidad a la recuperación. Sobre este escenario, también el Obispo de Roma lanzó una propuesta. “la creación de una legislación y políticas enfocadas al bien común. Todo, a partir de una visión que se logren objetivos sociales y ambientales globales”.

En el caso de Suramérica, se abre paso el trabajo de Movimientos como Unidos Somos Colombia que desde una acción local con visión global ha colocado en la agenda pública la defensa de la vida, la familia y el trabajo en equipo. Ya se escuchan voces de respaldo a esa tesis expuesta por su presidente Gladys Buitrago de Amaya, una mujer con una amplia experiencia académica y con el poder de la apalabra como herramienta para derrotar los obstáculos del siglo XXI.

No en vano, la cita del Día Mundial de la Oración es una oportunidad desde la fe, de tejer un imaginario espiritual, con capacidad de crecer en el tiempo. De impactar en los jóvenes, las mujeres y las personas de la tercera edad. En esta reflexión, permítame recordar la tradición bíblica. “El Jubileo representa un evento gozoso, inaugurado por un sonido de trompeta que resuena en toda la tierra. Sabemos que el grito de la Tierra y de los pobres se ha vuelto aún más fuerte en los últimos años. Al mismo tiempo, somos testigos de cómo el Espíritu Santo está inspirando a personas y comunidades de todo el mundo a unirse para reconstruir nuestra casa común y defender a los más vulnerables. Asistimos al surgimiento paulatino de una gran movilización de personas, que desde la base y desde las periferias están trabajando generosamente por la protección de la tierra y de los pobres. Da alegría ver a tantos jóvenes y comunidades, especialmente indígenas, a la vanguardia de la respuesta a la crisis ecológica. Piden un Jubileo de la Tierra y un nuevo comienzo, conscientes de que «las cosas pueden cambiar» (LS, 13).

Ese decir, cuando se inicie esta jornada orbital de oración –sin muros- será un instante de autoreflexión. También en una oportunidad de pensar en los demás. Especialmente en las personas que atraviesan problemas de salud y económicos. Es desde la teología, la creación de una herencia en común. “Un banquete para compartir con todos los hermanos y hermanas en un espíritu de convivencia; no en una competencia desleal, sino en una comunión gozosa, donde nos apoyamos y protegemos mutuamente. El Jubileo es un momento para dar libertad a los oprimidos y a todos aquellos que están encadenados a las diversas formas de esclavitud moderna, incluida la trata de personas y el trabajo infantil”

Ese día se escuchará a la tierra.  La voz de la creación invitará, a regresar al lugar correcto en el orden natural. “A recordar que somos parte, no dueños, de la red interconectada de la vida. La desintegración de la biodiversidad, el vertiginoso incremento de los desastres climáticos, el impacto desigual de la pandemia en curso sobre los más pobres y frágiles”

Será entonces, que se hará visible con fuerza la señal de alarma de la codicia desenfrenada del consumo que abrazó por décadas al planeta, antes de la llegada de la pandemia. Utilizando una metáfora desde la fe, se escuchará el latido del corazón de todo lo creado. Es necesario, desde el Día Mundial de la Oración a construir un mejor país. enamoramos de la vida. Si somos capaces de participar. De hablar desde la oración, ¿Por qué no vamos hacer capaces de pactar unas reglas mínimas de convivencia?

No esperemos que la pandemia termine, para que valoremos la vida. Defenderla y protegerla es nuestra obligación. Es un deber personal y social. Por eso mismo tiene que ser posible. Como paciente pos Covid-19, le puedo decir que si es posible. Está a nuestro alcance. Pero a la vez es una conquista. Como integrante de la Iglesia Católica creo en Dios. Bienvenidos al sueño de derrotar desde la fe al Covid-19. A propósito de este comentario usted que piensa. E mail carlosvillotasantacruz2020@gmail.com

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