Periódico El Derecho
Preciso es hoy acercarse con decisión a los modos en que se gestiona la cultura comunitaria para el desarrollo local, a fin de reconocer el concepto de cultura en su más amplia acepción, desde una perspectiva integradora de todas las expresiones y creaciones del hombre, más no solo como una simple expresión de las creaciones artísticas, sino como mediadora y referente de los sistemas simbólicos e ideológicos de la sociedad; como marco revelador de las identidades locales, de la pluralidad y multiculturalidad que identifica la región iberoamericana donde conviven el amplio espectro de las comunidades más ancestrales, aborígenes, hasta las nuevas migraciones, ya que en cada espacio local, se ponen de manifiesto los modos de vida, expresión, creación, comidas, lenguajes y dialectos, la cultura como medio de satisfacción social, de transformación, de integración y con una funcionalidad en el ámbito comunitario que permiten la dinámica y espontánea coexistencia de sus creadores, practicantes y promotores.
Así mismo, acercarnos a la comunidad, entendida como grupo-conjunto de personas que tienen un propósito y fin común, determinarla a nivel organizacional geográfico, aludirla a ciertos grupos sociales que entre la diversidad tienen puntos de contactos comunes; y por ende, expresiones de la cultura que le son afines y cumplen específicos propósitos, puesto que la comunidad parte de las identidades locales; los recursos humanos y culturales que producen y los identifica del resto de comunidades y grupos, en lo que juega un papel importante, lo que conocemos como grupo portadores de tradiciones en tanto son referentes del patrimonio cultural inmaterial y promotores de la pervivencia de las culturas originarias, evidenciándose una clara retroalimentación y complementación de los valores culturales de la comunidad como principios de permanencia, resistencia y desarrollo de las mismas ante los cambios temporales y sociales que suceden a nivel global.
Referentes que permiten que la cultura también sea fuente de desarrollo y sostenibilidad, como medio de transformación, integración, cohesión social y gran valor comercial, lo cual impone retos a los gobiernos, sociedades y actores culturales, toda vez que se trata de comercializar los valores intangibles de las identidades locales en productos artísticos en consecuencia con la esencia y la diversidad cultural de cada región.
Realidades que nos conducen a reflexionar sobre cómo preservar las culturas locales identitarias, ante las influencias de las culturas globalizadoras y dominantes, a efecto que resistan los embates culturales masivos, no desaparezcan ni descaractericen por la mercantilización, se mantengan con fuerza y fidelidad, además de reordenarse por la interacción con el desarrollo moderno.
Importante es entonces, el papel de los decisores de las políticas gubernamentales, como el de los propios pobladores y portadores de tradiciones, para considerar los procesos lógicos de renovación de las tradiciones y expresiones, sin desatender las esencias en las raíces; como en la necesidad de enriquecer y propiciar los espacios para la interacción y producción de los valores de las diversidades culturales que conviven en las comunidades; de ahí que las políticas culturales constituyan componentes estructurales y mediadores del desarrollo, donde se perciba la cultura como generadora de productos y base del propio crecimiento en lo social, económico y político.
Experiencias en el ámbito del trabajo comunitario nos muestran que las culturas de resistencias son subestimadas y catalogadas como simples expresiones populares, por ello han sufrido períodos de peligros y desafíos, por lo que importa que a jueguen papel importante los pobladores; las políticas y propósitos gubernamentales y también el recurso humano capacitado para poder promover y desarrollar acciones de preservación y transmisión, sin obviar el valor de los medios de comunicación como espacios reveladores de estas manifestaciones. /IVA
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