Por: Blaicer Moreno Córdoba*
La participación ciudadana activa en contexto de democracia debe ser acción y tema permanente de dinámicos debates que permitan reformulaciones ciertas en beneficio colectivo, toda vez que el componente participativo es central para abordar las complejas situaciones con las cuales los sistemas políticos se enfrentan hoy. No es suficiente un enfoque democrático centrado en una forma de representación tradicional, actualmente en crisis, sino que es necesario su complemento democrático social, que incluye al ciudadano en sus alcances de inclusión y participación decidida y decisivamente activa.
La democracia privilegia un modelo político cuya finalidad es asegurar la gobernabilidad, que es desarrollar un diseño político social, participativo y ciudadano, que debe generar estabilidad tanto política como democrática, con miras a alcanzar avances significativos en variados planos de la sociedad y en la construcción y discusión política sobre lo común, privilegiando un ejercicio de gestión en beneficio de la solución de los problemas sociales.
Debe obligar la participación ciudadana a la concertación, más cuando bien sabemos que nuestra democracia tiene un déficit a dicho nivel, expresado en el creciente distanciamiento espacio político / el espacio social. Déficit democrático ciudadano y participativo que lleva a la descomposición del tejido social, su fragmentación y desarticulación entre lo político y lo social que se traduce en desafección y perdida de relevancia del espacio político para la ciudadanía, dejando de ser la actividad que se ocupa de la generación de horizontes colectivos comunes.
La ausencia de centralidad del componente ciudadano en los programas de gobiernos concertados, así como su marginalidad en la agenda democrática se traducen en una deuda con la ciudadanía participativa, la cual deuda que expresa el grado de responsabilidad que le cabe a las fuerzas de la política en la naturalización del déficit democrático. No puede por tanto excluirse al ciudadano de nuestra democracia, y antes por el contrario, hacerlo participar más activamente en la gestión de lo público, produciendo potencialidad democrática, en lo que se requiere combinar procesos de participación ciudadana en la gestión de lo público y de ciudadanía participativa en la reconstrucción, repito, de lo social y lo político. El tema del déficit, se advierte, es propio de la sociedad política pero también de la sociedad civil, ya que la primera condición en vía de reconstruir es que la ciudadanía participativa tome parte en la constitución de lo sociopolítico.
Expandir y profundizar la democracia, requiere de reconocer los contactos entre un espacio político tradicional y un espacio de constitución de actores sociales que inciden y toman parte de las decisiones políticas, lo que implica modificar las relaciones del ejercicio del poder, modificando de paso las formas tradicionales de autoridad. En ello consiste la tarea de la construcción de una orientación común; vale decir, establecer las condiciones para la constitución de actores sociales y políticos que participen de la organización sociopolítica, al tiempo de generar las condiciones para el debate, la deliberación y la toma de decisiones públicas entre los actores políticos y las fuerzas sociales, para así apuntar al desarrollo del porvenir de lo común.
Importan en la democracia orientaciones más inclusivas y participativas, toda vez que se impone reconstruir un nuevo imaginario político soportado en un nosotros colectivo, como a la voluntad política necesaria para su emergencia y fomento. Es poner el punto en la construcción de un imaginario político distinto, profundamente democrático y antiautoritario. Reformular proyectos y producir un orden sociopolítico democrático, basado en un imaginario orientado por un nosotros colectivo de gobernarse desde lo estable e ir tras la posibilidad de nuevos horizontes, los cuales traen consigo la discusión sobre nuevas estrategias, más incluyentes y participativas, donde las fuerzas sociales desarrollen un debate amplio y abierto en lo que concierne a los imaginarios democráticos, a las prácticas de democratización y sobre todo a nosotros mismos como representaciones de la voluntad colectiva.
* Blaicer Moreno Córdoba. Administrador de Empresas. Especializado en Proyectos de Desarrollo. Asesor y Consultor Político y Empresarial. amerlyng@gmail.com
Considero que un punto de convergencia entre lo político y lo social es un buen principio al que se debe apuntar a fin de consolidar unas acciones conjuntas fundadas en la realidad de vida que experimentan la población colombiana. La armonía entre la clase que gobierna y la sociedad gobernada, debe ser el eje alrededor del cual gira el desarrollo y la satisfacción de las necesidades de una población, sea ésta del orden local, regional, nacional o global.