Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

La democracia como sistema político no es dable que fracase. Podrán fracasar sus actores, quienes desviados de lo que significa, traduce y representa, insisten en decir que hacen democracia, cuando no son más que miembros de una descastada clase política donde la mediocridad es común a las ideologías y procederes que se retratan en un alto déficit de gobernabilidad, donde no existe diferenciación ética ni moral al ser todos iguales y dejar medirse con el mismo rasero. Hartazgo, frustración, desconfianza, apatía, son algunos de los sentimientos que acompañan al ejercicio de los derechos políticos y libertades civiles en un débil y hasta penoso ejercicio democrático.

De ahí que llame a profunda reflexión, cuando se piensa en las generaciones futuras respecto de su derecho al voto, lo que produce desazón y sentimiento de vergüenza que clama y a gritos exige la posibilidad que se ideen nuevas, las posibilidades de reinventar la forma de un mejor hacer democrático, como es poner en el centro de su ejercicio el valor de la virtud cívica, a fin que se rompa abiertamente con la indiferencia frente a la política y de paso se potencialice la capacidad del sufragio para generar un cambio en la forma de hacer, fortalecer y profundizar la democracia.

Se trata de establecer una sólida democracia, que muestre el espíritu emprendedor de las nuevas generaciones, donde ese emprendimiento supere las fronteras ideológicas, tome la fuerza de la autonomía para construir una riqueza sostenible a partir de la libre competencia y la economía abierta; ejerza una transformación activa de la vida pública a través del ejercicio de los derechos fundamentales; reconozca la igualdad a partir del respeto de las diferencias; y, estimule las demandas sociales para reducir inequidad, desigualdad y construir un bienestar sustentable y sostenible; toda vez que la flexibilidad ideológica del emprendimiento permite ganar agilidad en el proceso de toma de decisiones focalizadas en el objetivo central de innovar con alto impacto.

Es romper con la jerarquía tradicional, explorar alianzas estratégicas de conocimiento y capital, escalar creativamente y gestionar lo que menester fuere en aras de efectivas consolidaciones. Hacer que los partidos adquieran una superior gestión en todo sentido, liberen sus límites ideológicos, tengan como objetivo central el bien común, desconcentren el poder de una figura emblemática, abran su estructura a alianzas de conocimiento especializado y agencien con rigor y transparencia, lo que nos definirá que aquellos partidos que logren transformaciones de importancia en el bienestar social crecerán y encontrarán superiores como progresivos y equilibrados espacios de acción tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo.

El derecho al voto es elemento esencial para la existencia de la democracia y una de las formas mejores en que los ciudadanos ejercen el derecho a una participación política efectiva. Representa una oportunidad de la ciudadanía para intervenir en decisiones relativas a su propio desarrollo; razón por la que revitalizar la democracia exija ruptura con el pasado y sus formas políticas caracterizadas por autoritarismos, confrontaciones, victimizaciones y venganzas, donde el ejercicio del voto es un instrumento contra el adversario. Votar con espíritu emprendedor es el inicio de una transformación que definirá la calidad de democracia que se debe entregar a las generaciones por venir.

 rubenceballos56@gmail.com *Jurista

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