Por: José Manuel Herrera Brito

Se ha dicho siempre, lo que bien comparto, que “Lo público debe ser dirigido con ética, lealtad y experiencia, y no puede volverse un botín de los actores de turno”; de ahí que tengamos como ciudadanos la ilusión, esperanza y entusiasmo de un verdadero cambio, desafío grande para quienes creemos que todo debe mejorar, combatirse la corrupción, enderezarnos en transformaciones reales e incorporar nuevos rumbos, para hacer congruente lo incongruente y se dé para todos una cultura política que traduzca el progreso deseado.

Tenemos que enfrentar incertidumbre y crisis desde perspectivas diferentes, con planteamientos concretos, verlo todo con la visión de una buena política que logre una administración pública que beneficie a todos. Una nueva y transformadora cultura es la clave central para sellar acuerdos sobre lo importante y prioritario de la sociedad en la construcción del Estado de Derecho, el fortalecimiento y profundización de la democracia; y, la integral prosperidad.

La buena política está obligada a ser limpia, decente, ejercerse con grandeza, además de accesible y cercana a la ciudadanía. Integrarse en una ética de servicio público. Que transparencia y rendición de cuentas sea una razón de ser. Que capacidad y mérito estén a la orden del día. Servidores públicos y equipos de gobierno estén integrados por personas de primera condición con experiencia, demostradas evaluación y desempeño. Ser participativa, plural, diversa, deliberativa y mediadora, en la que prevalezca el bien común sobre el interés particular, en el entendido que las instituciones deben funcionar en beneficio de la sociedad y no en torno a intereses de grupo.

No debemos, podemos ni queremos regresiones ni continuar en el statu quo; por ello, proclamarse debe el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión, manifestación y transparencia gubernamental. La corrupción no es ni debe ser jamás aceptable, nunca una condición con la que la sociedad tenga que convivir, ni la amenaza de las instituciones que luchan contra la impunidad. La independencia de poderes y los balances de la república no pueden ser secuestrados por sectores ni criminales, lo que obliga construir espacios en los que tengamos la oportunidad de desarrollarnos, vivir en paz y convivencia.

Aspectos claros tiene la buena política; uno de ellos, comprometerse al servicio de la gente, de la paz, nunca tras la búsqueda del poder a cualquier precio, que lleva al abuso y a la injusticia; sino ser el canal para edificar ciudadanía; de ahí que deba tomarse en serio en todos sus niveles, afirme el deber de cada persona, se conozca el contenido y el valor de las opciones mejores, a fin de todos realizar el bien colectivo. La política es servicio, trabajar con coherencia y crear las condiciones para un futuro digno y justo, hacer consideración y profunda conciencia de su papel, hacerse creíble, trabajar por el bien común, propender por unidad y cambio radical, inspirar justicia confianza y gratitud.

No le es dable a la buena política vicios, ineptitudes, distorsiones en el ambiente y en las instituciones, pues restan credibilidad, autoridad, menguan el ideal de una democracia auténtica, avergüenzan la vida pública y ponen en peligro la paz social. La buena política debe promover la participación democrática activa de todos, la confianza en el otro, sobre todo hoy que nuestras sociedades necesitan líderes ciertos que nos conduzcan bien y mejor al puerto seguro del integral progreso y a la responsabilidad recíproca para redescubrirnos en la grandeza que no en las fragilidades; y, en consecuencia, luchar juntos por el bien general. saramara7@gmail.com

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Un comentario en «JERARQUÍA Y URGENCIA DE LA BUENA POLÍTICA»

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