Rafael Robles Solano

Por: Rafael Robles Solano*

Como resultado de las frecuentes y enormes discusiones que se vienen dando en todos los medios de comunicación escrita, hablada, televisión y en las redes sociales, como en los demás escenarios públicos y privados en donde exprofeso o casualmente se ponga como tema de conversación el de las candidaturas a las próximas elecciones presidenciales, observamos como de inmediato muchos de los contertulios, reaccionan de formas diferentes, están los que evaden discretamente el involucrarse en esa clase de conversaciones, otros participan comentando, opinando y exponiendo sosegadamente sus argumentos con bases y elementos sólidos, mientras que los restantes se destacan esgrimiendo o defendiendo con apasionamiento a los candidatos de sus preferencias, lo cual en principio nada tiene de reprochable.

Sin embargo, a medida que se decantan los debates o polémicas entre los partidarios de uno u otro candidato, notamos como se van acalorando los ánimos con las diferentes posturas y estas se tornan provocadoras, insultantes e irrespetuosas, para finalmente terminar personalizando las discusiones entre los participantes y llegando inclusive a las agresiones violentas hacia los contradictores de dichas discusiones.

Este breve análisis de lo que usualmente acontece en dichos escenarios, en el pasado nos llevó a lo que históricamente se conoce como “la violencia partidista” del siglo veinte, en la que los colombianos terminaban involucrados en medio de fratricidas y sangrientas masacres por portar o defender por aquellas lejanas épocas los colores insignias de los partidos Conservador y Liberal. Violencia que degeneró en el surgimiento de grupos subversivos que, con el paso de los tiempos, han llegado hasta nuestros días, enmascarados como los conocemos hoy, de guerrillas y paramilitarismos, dedicados inicialmente a promover las ahora despreciables causas ideológicas que decían defender, pero para terminar degeneradas y dedicadas al narcotráfico, a las extorsiones, los secuestros, el despojo, desplazamiento y matanzas de campesinos inermes en muchas poblaciones rurales, ajenas a las coyunturas políticas que dieron origen a estos conflictos que todavía padecemos, pero ahora reflejados por las antagónicas extremas.

Resulta que en pleno siglo XXI, cuando es evidente que contamos con todos los recursos de educación, con muchas fuentes de información a nuestros alcances, pero vemos que las causas políticas siguen estando del lado de la inmadurez y la atrevida ignorancia, porque no de otro modo se pueden calificar las absurdas posturas de dirigentes, líderes políticos, empresariales, periodistas y de personas con formación profesional, que ante las diferencias de opinión, reaccionan como vulgares fanáticos, instrumentalizando la desgarradora polarización que actualmente vive el país, discriminando encolerizados irracionalmente tanto a extraños como a los amigos, porque no comparten sus simpatías electorales y con quienes terminan rompiendo las amistades de siempre, como si fueran individuos incapaces de valorar y distinguir el derecho de los demás a pensar diferente.

Finalmente confío en que esta deplorable visión y cuestionamiento que expongo por la inocultable falta de madurez política resultante de las polarizaciones, nos permitan enfrentar las elecciones presidenciales con al menos, alguna valoración objetiva de los programas que ofrecen a los ciudadanos los distintos candidatos.


Rafael Robles Solano. Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com.co

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