Por: José Manuel Herrera Brito
Cumplir lo que se ofrece pareciera ser algo que ha olvidado por completo la clase política, lo que a juicio de algunos determina que la opinión pública la deslegitime, ya que contraría todo principio de ética y decencia. Sus protagonistas se encumbran en las dignidades que consideran propios pedestales, se olvidan que los demás y no toman en cuenta que gracias a ellos llegaron al sitial en que se encuentra. Se vuelven “emperadores”, cambian de actitud, se tornan engreídos, envanecidos, ególatras, posan, saludan solo a distancia, amaneran los gestos, impostan la voz, engañan y abusan de la buena voluntad de la gente, incumplen, los ponen a esperar, olvidan los compromisos adquiridos, no recuerdan las promesas y menos las cumplen, no cooperan y menos colaboran en nada y para nada.
No les interesa que los pueblos que dicen representar estén sufriendo las una y mil penurias, les importa una higa, no se afanan por ponerle remedio a las adversas situaciones que viven sus electores y comunidad en general, ven lo paupérrimo como algo normal siempre y cuando a ellos no toque. No se preocupan por ayudar a generar puestos de trabajo dignos, permanentes y bien remunerados. Nunca ninguna gestión en positivo para sus unidades territoriales.
Y la gente, bien gracias, sigue dándoles la bienvenida, alabándolos, así nada cambie, se construya, reconstruya ni se trasformen las cosas, ni siquiera las más esenciales. Y los problemas de hoy ahí, mismos que de seguro heredarán desafortunadamente las generaciones del mañana. Las necesidades seguirán y las demandas poblacionales irresolutas.
Deber es del pueblo tomar medidas, entender que su futuro debe someterlo a sesudas reflexiones, pensar pensando para el bien colectivo, que no floten las innumerables promesas incumplidas de un reciente pasado ni presente vivir, que escoja en verdad a los mejores, a los mostrados y demostrados con sus acciones.
A los más honestos, honrados y honorables. A los más capaces. A los de primera condición. A los más calificados. Comprender de una vez por todas que de su buena escogencia dependerá no solo su porvenir sino el de sus hijos.
De no cambiarse las cosas, continuará persistiendo la inobservancia de los partidos políticos y de los políticos a la hora de cumplir las promesas. Seguirá el engaño continuado a quienes les han sido fieles durante muchos años. Los que dicen llamarse líderes íntimamente seguirán pensando que es así como se les debe pagar a los fieles seguidores y que deben continuar aprovechándose en complacerse hasta el hartazgo con los presupuestos, que deberían servir única y exclusivamente para mejorar en todo a la ciudadanía y comunidad en general.
Mal panorama se avizora en lontananza, ya que incluso se insinúan cosas peores soportados en los estragos de la pandemia que ha afectado en mucho lo sanitario, económico, social, laboral, ambiental y la cosa pública y política. Pero ellos, vendedores de humo, revestidos de duras e impermeables corazas, insistirán, volverán a invitar a otra ronda que terminaremos pagando entre todos nosotros, menos ellos.
Alerta, en nosotros está seguirles creyendo y con ello, hundiéndonos cada día y cada vez más en aguas profundas de desilusiones y desesperanzas. A escoger a los mejores.
Es el llamado.