Por: José Manuel Herrera Villa*
¿Cuándo será posible que volvamos a tener en nuestro devenir político, no solo local, municipal, departamental y regional, sino nacional, personajes que aporten en realidad y verdad más que humo, poses y vanidad? Digo esto por cuanto causa hilaridad la desastrosa como desoladora, extendida y generalizada mediocridad de nuestra clase política, que no hace lo que en justicia debiera frente a lo mal y peor que marcha la economía y ni que decir de los trastornos permanentes que de manera absurda sufren los servicios sociales, así como precario es nuestro estado del bienestar que amenaza con empeorar.
Asistimos a una degradación, a un decaimiento, a una degeneración veloz y progresiva de la política, dado que quienes la ejercen y dicen representarla, viven de espaldas al bien común, al bienestar general, entregados como si una orgía fuera y sin decoro alguno, a lo mediático cual estrellas faranduleras de poca monta y baja estofa, que soportados en su mitomanía inconmensurable, se creen supuestamente intocables y privilegiados por provenir de la divina providencia; cuando en realidad no son más que seres detestables con una imagen en verdad nauseabunda y por ende a todas luces negativa.
Hace necesario lo visto, afrontar no solo con cautela sino con premura las actuaciones de los tales políticos nuestros, de quienes los más sensatos desconfían, por ser ellos si justos somos, responsables directos de la muy peligrosa deriva en la que nos encontramos como unidad territorial, a lo que se suman los muy gravísimos escándalos de corrupción, la inconsistencia de quienes fungen como sus líderes, que parecieran poseer en sus ADN, la traición sin escrúpulos, la deshonestidad en que galopan y no cesa en su avasallamiento.
Son seres poseídos por el oportunismo, creídos que la única razón de ser es la de mantenerse en el poder a toda costa como a cualquier precio, en lo que son apoyados y aupados por la perniciosa y codiciosa cáfila de aúlicos que los rodea, por los avariciosos asesores que los secundan, por los insaciables aliados que los festejan; cuando lo que debiera hacerse es un alto en el camino para encauzar un profundo como definitivo proceso de regeneración, de restructuración, de restablecimiento, de reconstrucción, que deje atrás y de una vez por todas las siempre perniciosas mezquindades, el dañoso populismo, y adentrarnos con prisa y sin pausa -como no debería ser de otra manera- a lo políticamente correcto como centro de lo que debe y tiene que ser en beneficio colectivo, razón de ser la de cosa pública.jomahevi@gmail.com *Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral