Enrique Herrera

Por Enrique Herrera Araújo. @enriqueha

Isaac Bashevis Singer, premio nobel de literatura escribió en su novela Gimpel, el Tonto:  “En primer lugar, todo es posible” y eso es cierto de cara a la vida y, también, en lo que corresponde a las elecciones presidenciales del 29 de mayo en Colombia. A hoy, lo que estaba definido ya no lo está. ¡Cualquier cosa puede pasar! 

De eso, de todo es posible, hay muchos ejemplos. Duque por ejemplo, es uno de ellos. Hay otros inimaginables, verbigracia, que  José Antonio Kast ganara la primera vuelta en Chile o que Gabriel Boric saliera electo presidente de ese país  o que,  Pedro Castillo lo eligieran presidente en Perú, o que Rodolfo Hernández pueda colarse y pase a segunda vuelta en Colombia y ser presidente.

A estas alturas del partido electoral, recuerdo aquella  frase de Willian Carlos Willian:  “la infrecuencia con que ocurre lo esperado” o sea que, rara vez ocurre lo que se espera. Y puede pasar que la escogencia para segunda vuelta no sea entre el candidato A y B sino que pase el C.

Un segmento mayoritario de la ciudadanía  reclama un cambio de rumbo  al punto  que no le importa cuál  sea siempre y cuando sea un timonazo. El elector está asumiendo el riesgo y se arroja importándole poco si el salto es al vacío. El clamor de cambio se superpone al miedo, a la angustia y al nombre del candidato. Le puede más. Candidato que no represente un cambio o que, por lo menos, no diga que hará un giro de timón no llegará a ser presidente.  Y aquí está la falla que debe, urgentemente, corregir Fico Gutiérrez si quiere ser elegido.

Pero además, en esto de todo es posible, por la mitad, se está colando el centro político y no necesariamente con Fajardo. El 29 de mayo los votos del centro serán más que los votos de Petro o de Fico individualmente contados. Y lo mejor, quien quiera ser presidente debe recoger los votos del centro  y por esta vía, sus postulados y sus emociones.

Intuyo que el país, que  no quiere transitar 4 años aciagos, enviará el 29 un mensaje electoral claro y contundente. Es necesario un voto abultado que diga no a la polarización para que el próximo presidente se vea obligado a incorporarlo en su mensaje político y en su gestión gubernamental. Dirá  en las urnas, con unos 5 o 6  millones de votos, a los candidatos que pasen a segunda vuelta, que no le juegan a la polarización que fractura una sociedad y que, por tanto, deben recoger para segunda ese deseo de no a la polarización ni fractura de país.

Es ese segmento electoral, el que  va a definir quién será el próximo presidente y el mensaje es concertar lo concertable  para que no existan dos Colombias irreconciliables.

Es más, los candidatos que queden de tercero y cuarto deben, para adherir a cualquier candidato que pase a segunda, condicionar su apoyo a la no polarización.

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