Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Tenemos, y en ello no cabría duda, salvo las muy dignas contadas excepciones por todos conocidas, unas banderías políticas desorientadas que frustran a sus militantes al no cumplir con sus lineamientos; y en cambio sí, se acomodan a las circunstancias del momento al recibir prebendas de todo orden, muchas de ellas en beneficio particular, que no tras los intereses superiores de la colectividad, uno de los propósitos que deben ser como partidos políticos que son.

Están nuestros partidos políticos en crisis estructural, lo que marca desilusión. Van al garete. Toman decisiones mezquinas e inconsultas; pero tales acciones les reportan canongías de sus felonías como resultado de su humillante entrega a quien detenta el poder político y demás otros que hacen valer con autoritarismo. Esta crisis de los partidos en nuestro medio pone de manifiesto, que a la sempiterna crisis en que han sumido a la democracia, parecen unirse ahora todos los halagos de los que son receptores y los hacen cada vez más propensos a sucumbir a las veleidades populistas y demagógicas de quienes gobiernan.

Los partidos todos perdieron la batalla de las ideas, estigmatizados por el pensamiento dominante, que los convierte en un reducto de heterodoxia. Se han visto empujados sin reacción alguna y con gran eficacia hacia la identificación de lo que les imponen y lejos de las circunstancias de los tiempos que vivimos, lo que parece importarles un bledo. Han dejado que todo se cargue de connotaciones negativas y no han sabido reivindicar lo que de ideológico tienen sus orientaciones políticas. Suenan a pasado, a enemigos de la gente y del porvenir, a inmóviles e inamovibles, y hasta renuncian a defender la libertad, valores a los que todo el mundo está dispuesto a aferrarse.

Pareciera que sus dimensiones conceptuales ya no están mi les interesan. No tienen centro, eje, virtudes ni prudencia. Continuidad, orden y libertad han pasado a debe. Se encuentran limitados en todo sentir y en todo sentido. Esfumado está su sentimiento de pertenencia, así como su patriotismo. Se les ha olvidado de plano que la moral, a diferencia de la política, no tiene por qué decepcionar nunca. No distinguen, a juzgar por sus actuaciones entre Dios y el César a quien baten incienso. Tampoco parecieran comprender que las instituciones se justifican, ante todo, por nuestra incapacidad para vivir sin ellas.

No se está valorando el presente para todos (apenas para ellos) ni oteando el porvenir. No son nuestros partidos la actitud vital que debieran ser, repito, toda vez que no valoran el presente, la herencia recibida y han dejado de amar a la sociedad en su espectro integral. No miran hacia atrás para saber que se es, de donde se viene, y al porvenir para mejorar lo recibido.

Nuestros partidos, da grima decirlo y aceptarlo, a duras penas se conforman con lo que a bien tengan darles, y proponen todo aquello que va en contra de la noción de bien común, vínculos sociales, virtudes cívicas, instituciones intermedias entre el individuo y el Estado, la tradición y las costumbres. Definitivamente vamos de mal en peor. Es la verdad y ni modo de refutarse. Estamos mal y de seguir por tales sendas de equivocaciones, mentiras y engaños, estaremos peor más pronto que después.

*Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista. rubenceballos56@gmail.com

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *