Enrique Herrera

Por Enrique Herrera. @enriqueha

Esta, la de @petrogustavo, es una reforma agraria ambiciosa pero no está poniendo el foco donde es; además tiene muchos enredos a resolver. Su implementación será técnicamente difícil, improbable y lo más seguro es que se quede en el papel. La reforma anunciada es un buen paso en lo simbólico, en lo político y en su significado. El mensaje es contundente: las reformas necesitan paz política y sin consensos no hay avances. Su reto es convertirla en hechos, esos que dan credibilidad y gobernabilidad.

Pero la compra de los 3 millones de hectáreas no está fondeada. Petro habló de 60 billones de pesos y no los hay.

En buena hora el ministro Ocampo dijo que no se podían pagar tierras con bonos de deuda pública porque ello implicaría la:

  • i) expedición de una nueva ley dado que el decreto ley 902 de 2017 derogó esa forma de pago consignada en la ley 160 de 1994; un
  • ii) Decreto que la reglamente; y
  • iii) un Acuerdo de la @AgenciaTierras que lo acoja.

También sería necesario expedir otra ley, la que modifique la ley 1473 de 2011, la de la regla fiscal y ello es, en tiempo, dos o más años. Más grave, romper la regla fiscal traería consecuencias desafortunadas para la economía.

Y ello para no hablar de los incentivos perversos de pagar tierra con bonos de deuda pública: estimula el sobreprecio de los predios, la corrupción y que los propietarios oferten sus peores tierras, sus “tierras hueso” esas que solo admiten que se paguen con papeles de deuda pública redimibles a 5 años.

Sin desconocer los graves problemas de concentración de la tierra, modificarla a través de otorgar la propiedad en un sistema de libre mercado, vía presupuesto público, es ineficaz. Mejor que centrar la reforma en el acceso a la propiedad hay que hacerlo en su uso y en otras modalidades de acceso, es decir, más que concentrarse en el derecho a la propiedad debe importar el derecho al uso que se le dé a la tierra; porque más que tierra, se necesita mercado, rentabilidad y competitividad agraria y por supuesto, infraestructura productiva y de servicios.

Y es ahí cuando surgen unas preguntas:

  • ¿gastar 60 billones, romper la regla fiscal, endeudar más al país para distribuir por familia menos de 5 hectáreas es un gasto público bien gastado? ¿Es eficiente?
  • ¿O es todavía un pensamiento sesentero cuando la agricultura del futuro no es la tierra?

El agro del futuro no necesita tanta tierra, es la agricultura vertical, (https://www.xataka.com/otros/dubai-estrena-granja-vertical-grande-mundo-supera-treshectareas- usa-95-agua), la de laboratorio https://es.m.wikipedia.org/wiki/Beyond_Meat y la de precisión.

Es más, los problemas del agro de hoy día son:

  • i) inflación de alimentos, (26%);
  • ii) provisión de alimentos junto con
  • iii) falta de competitividad para colocarlos en el mercado y,

Colombia debe hacer de la producción y provisión de alimentos una herramienta de posicionamiento geopolítico global y el convenio con @Fedegan no va en esa vía.

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