SAÚL ALFONSO HERRERA HENRÍQUEZ- abogado. Magister en Derecho Público. 

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Distintas zonas del país están gobernadas por el delincuencia común y organizada que en decir de la opinión pública actúan en la poblaciones como si fuesen centros de exterminio. Cometen atrocidades miles, hasta el punto de no haber palabras para describir lo que despiadada y cruentamente ejecutan. Todo en ellos es barbarie e impunidad. Más no puede entenderse la existencia de lugares donde se asesina masivamente, sin la complicidad de funcionarios de todos los niveles de gobierno; no hay quien salga bien librado cuando se trata de encontrar responsables. La proliferación de estos centros implica la indiferencia de gran parte de la sociedad. puesto que para que una maquinaria de muerte de ese tamaño pueda operar, es necesario que los ciudadanos miren hacia otro lado. La verdad es que muchos han dejado de sentir empatía con lo que está pasando, ya no se inmutan con el descubrimiento de nuevos horrores en nuestro país, y han han terminado por aceptarlos como parte de nuestra realidad. Horror de horrores.

Papel preponderante juega aquí la cultura delincuencial. Las actividades relacionadas con el crimen organizado y sus personajes no solo han dejado de ser motivo de rechazo, ahora hasta son una causa de admiración, lo que se refleja en gran medida en nuestros productores de entretenimiento, dispuestos por el afán del dinero, a seguir explotando tales aspectos como una gran lucrativa fuente de ingresos, con historias y antihéroes que desgraciadamente son bien y mejor recibidos por el público, que a decir de muchos son parte de una sociedad definitivamente enferma en grado superlativo.

Pero lo que es peor en todo esto, es que nuestros jóvenes son los más susceptibles, muchos de los cuales ven en esa desbordadas manifestaciones criminales una forma de poder cumplir con sus expectativas de vida, terminando por mitificar y aceptar el estilo de vida delictiva de toda índole. La indignación crece con evidencia. Y si bien está muy lejos de ser un sentimiento generalizado en la sociedad, el tamaño de las protestas es insuficiente para generar alguna preocupación en las instancias de gobierno. Las causas de tal inacción son la indiferencia y el alto nivel de apoyo que tienen del actual gobierno, habiendo enraizado la falsa idea entre sus simpatizantes, que cualquier exigencia en su contra constituye traición; lo que no debe ni puede ser, toda vez que tiene el gobierno la imperiosa necesidad de dar siempre con los responsables e impedir que hechos como los que a diario cometen se repitan. Es de saber5 se que de su éxito o fracaso en esto depende en gran medida el futuro de nuestro país, de ahí que por el bien general, importa cokjmbator a fondo todo brote delincuencial

.*Abogado. Columnista. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. Magister en Derecho Público. saulherrera.h@gmail.com

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