Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Estamos inundados de corrupción. Nadamos en ella, Situación viene creando un fenómeno más que irritante, a lo que se adiciona para colmo de males, robos, inseguridad, narcotráfico, latrocinio, contrabando, lavado de dinero y demás otras acciones criminales adelantadas por miembros de los diversos grupos que conforman la alianza de gobierno, revolucionarios del festín, de la rapiña vulgar contra el erario que absurdamente justifican y no se sabe cuándo ni dónde irán a parar, si es que se detienen.

Son ellos servidores y contratistas inmorales que no se paran en mientes para depredar los sagrados recursos públicos y además minan, compran, envilecen con el poder, el dinero y se convierten en caballos de Troya que hacen sin vergüenza alguna su trabajo subrepticio y vil, amén de desestabilizar, desanimar y desilusionar a la gente, que termina asqueada de la política y de la institucionalidad; males mayúsculos todos que son de suyo catastróficos cual tsunamis. Personajes ellos cero inteligencia, pero de audacia suma, ego inflado y creídos intocables, quienes responden genuflexos a acicalamientos y decires tales como que son talentosos y geniales.

Pululan cual plagas en la administración pública y están arruinado al país, llevándolo al caos a pasos agigantados; pero peor que todo es que hay una marcada como muda complicidad y se acolita lo cual desde la primera magistratura del Estado, lo que obliga a todos los sectores, fuerzas vivas, ciudadanía y comunidad en general una valiente y decisiva batalla contra la corrupción, uno de los más graves males, germen de muchos de los otros males que viviendo y padeciendo estamos.

Todo es delincuencia, huele todo a putrefacción, prácticamente se dice que muchos del ejecutivo están de manera activa metiendo mano en las arcas erarias, además de ser cómplices silenciosos como anotábamos; pero sin embargo y dándose golpes de pechos salen a la palestra pública a decir con exagerado cinismo que no acolitan ningún acto delictivo, negando su realidad, ya que han sido y están siendo identificados objetivamente como corruptos redomados que siguen actuando a sus anchas entre nosotros y gozando de total impunidad hasta que consideren los jefes que les empiezan a hacer sombra.

Estamos en un gobierno que está podrido de raíz, pero sus representantes se niegan a admitir sus culpas, tratan de racionalizar acciones delictivas a fin de no aceptar que su autodenominado cambio es un inmenso fraude de resentidos. Nos están convirtiendo en una cloaca, pero sus miembros deshonestos, viles y manifiestamente cobardes siguen hablando como si estuviéramos en ruta a reales avances en beneficio del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Hablan desde la pestilencia de aromas exquisitos.

No podemos seguir conviviendo con la corrupción, lo que hace necesario sacar a estos indignos de la vida pública del país. Lo han violado todo. Las normas de la decencia ciudadana, todos los deberes y obligaciones que la Constitución, leyes de la República y las más elementales reglas de convivencia civilizada imponen. O ayudamos todos a la buena marcha del país o nos convertimos en cómplice.

*Jurista rubenceballos56@gmail.com. Columnista

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