Rafael Robles Solano

Por: Rafael Robles Solano*

Previo al análisis del contenido que da título a la presente colaboración, estimo pertinente y necesario describir o definir que son los opiáceos, como se les conoce en el argot científico. Estos consisten en una clase de narcóticos a base de drogas naturales, como las heroínas, utilizados inicialmente como medicamentos. Sin embargo, en las sociedades de consumo modernas, su empleo se extiende desde los analgésicos fuertes para el uso médico, como el consumo indiscriminado de drogas. Los que a su vez se subdividen en tres clases a saber: los conocidos como opioides naturales, tal es el caso de las codeínas y las morfinas; los sintéticos, como las metadonas, entre las que se destaca el tramadol, cuyo uso tiene hoy sancionado y eliminado de las clasificaciones del último Tour de Francia al ciclista colombiano Nairo Quintana y el fentanilo, y los semisintéticos, que son recetados como las oxicodonas, las hidrocodonas, las oximorfinas y las hidromorfinas.

Pero su explotación comercial de forma ilícita conlleva al uso indiscriminado por parte de los consumidores que resultan adictos a los mismos y se convierten en un factor problemático de salud pública para los países donde su consumo se está masificando de forma alarmante, causando entre otras de infinidad de muertes por el abuso irresponsable de los que son dependientes de dichas drogas, de ahí la persecución promovida por muchos gobiernos contra quienes las producen y trafican con ellas.

Nuestro país por más de medio siglo viene siendo conocido mundialmente como un gran productor y exportador de drogas ilícitas, inicialmente por la explotación de marihuana, para terminar con la destrucción de enormes zonas de bosques naturales dedicadas a las siembras y cultivos de la coca, en las que se destacan otros países andinos, como Bolivia, Perú y Ecuador.

Para Colombia la lucha contra el narcotráfico por décadas ha significado padecer la generación de toda clase de violencias rurales y urbanas, con derramamientos de sangre y cruentas matanzas, desplazamientos de campesinos que se niegan a participar de estos cultivos y el advenimiento de los famosos carteles de drogas, quienes con sus inmensas fortunas y poderes económicos como de sicarios, han permeado prácticamente todos los estratos sociales, en especial a través del conocido e inocultable lavado de activos.

Pero el objetivo preocupante de la presente publicación consiste en alertar a nuestras familias y autoridades sobre el evidente aumento de las drogas sintéticas entre nuestros jóvenes, quienes masivamente siguen las modas foráneas, y en especial sobre el fentanilo. En consecuencia, tenemos que la comercialización del fentanilo resulta ahora mucho más lucrativa que la de la cocaína y demás drogas tradicionales, por la facilidad de producción doméstica, su transporte y el poco volumen que se necesita para traficarla.

Finalmente no sabría en este momento vislumbrar si para bien o para empeorar las cosas, observar como el consumo de las conocidas drogas, se está deslizando y de hecho, siendo desplazadas por la utilización del fentanilo, cuyo peligroso y mortal consumo por citar un solo ejemplo, causó en los Estados Unidos el año pasado, más de ciento siete mil muertes, sin mencionar los restantes adictos que sobreviven, pero quedan en condiciones mentales y físicas tan deplorables, que no les permiten reintegrarse nuevamente a la sociedad como seres con estabilidad emocional, familiar y capacidad productiva.

*Rafael Robles Solano Secretario Ejecutivo LIDERESOCIAL. lideresocial@hotmail.com

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