Por Carlos Villota Santacruz. X@villocol *

Se volvió costumbre que en el inicio de una campaña los candidatos a corporaciones públicas, predican que representan el cambio.

Sin embargo, al ganar la elección la promesa no se hace realidad. Lo que es peor; siguen en campaña. Su conducta cotidiana en poco o nada cambia.

Cuando se avecina las elecciones en Estados Unidos y México desde la órbita presidencial o congresional, surge la pregunta: ¿las equivocaciones en materia electoral deben verse como oportunidades para aprender?

En campaña más de un centenar de candidatos a ocupar la presidencia, el senado o la cámara se obsesionan por ser respetados por los demás.

Descuidan el respeto más importante: el respeto que deben sentir por sí mismos. Antes de ganarse el respeto de los otros, hay que granjearse el respeto propio.

Para los presidentes en ejercicio en el mundo, el tema del control y de la coherencia es fundamental para construir gobernabilidad.

Lo cierto es que esa meta se aleja por qué se ocupan de los temas pequeños y no de los fundamentales. «Caen en el error de tratar de controlarlo todo.

Por lo que se observa no hay un liderazgo que trascienda en el tiempo. Entre los ciudadanos hay preocupación por el presente y futuro de los países.

En campaña como en Gobierno debe existir una gran comunicación con el equipo y el Gabinete. «Eso suena obvio en teoría, no lo es tanto en la práctica. Con frecuencia hay un divorcio entre el presidente y la ejecución del gasto público.

Es cuando aparece la crisis. Una vez aparece la crisis, esta crece como un «tsunami». Un escenario que «pasará cuenta de cobro» en las elecciones de Estados Unidos y México, donde hoy los ciudadanos son un pasivo.

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*Internacionalista, experto en marketing político, marketing de ciudad, periodista y escritor.
Coautor del libro «Gobierne bien y hágalo saber»