JOSÉ MANUEL HERRERA BRITO

Por: José Manuel Herrera Brito*

El gran problema actual de nuestra democracia, creo sinceramente, radica en que el balance de los elementos que constituyen el equilibrio de la política está perturbado, descompuesto y desquiciado por demás. Los valores mejores no tienen presencia en los escenarios donde se decide el manejo y destino de localidades, municipios, departamentos, regiones y país. No están pesando en la administración. Esto es, Juntas Administradoras Locales, Concejos, Asambleas, Congreso, como tampoco en los medios de difusión. Se ha olvidado, o mejor han olvidado todos, que el influjo natural de lo tradicional debe existir en toda sociedad organizada, asunto que entre nosotros ha desaparecido, aunque pareciera que existe un amplio sentimiento conservador, muy característico de los colombianos en general; gracias a lo cual el país no se ha desintegrado; y, de persistir ese arraigado sentimiento, no se desintegrará jamás.

Sin embargo, viviendo estamos, como nos consta, una muy angustiosa situación de decadencia, la estamos atravesando, padeciendo. Se debe lo cual a que las posiciones de cariz tradicional, están siendo arrinconadas en detrimento de lo bueno, mejor y superior, y no vemos quien o quienes las propongan y defiendan en el campo de la política debidamente soportadas en validas argumentaciones. Contrasta ello con la verdad que, existiendo un notorio conservatismo en todos los ámbitos de la patria, no haya una corriente política que defienda esos sólidos postulados, razón por la que esté ahí la raíz de ese desequilibrio que produce tantos estragos; lo que obliga expresar que la ponderación de lo tradicional le haga siempre falta a la opinión pública, vacío inmenso que cada día y cada vez más adquiere la dimensión de una situación de calamidad.

Lo tradicional nos hace falta a todos, a la Iglesia, por ejemplo, sometida hoy a la corrosión de muchos asuntos, neutralizando la influencia religiosa en la organización institucional del Estado, al no encontrar hoy la doctrina social católica de la iglesia, cuyas enseñanzas tienen siempre un creciente y justificado sentimiento político, el apoyo en la tradición que les permita proyectarse sobre la sociedad. Le hace falta también al Ejército, al que le han arrebatado y se ha dejado arrebatar toda iniciativa, hasta el punto de estar convertido en una víctima pasiva de los ataques impunes de muchas especies que pululan dañosos y abiertamente en los escenarios políticos y clandestinos del país.

Al orden público le hace falta lo que conserva las tradiciones para que se pueda recuperar la soberanía sobre los territorios nacionales, para no seguir viendo degradada la función del dialogo con los alzados en armas, cada vez que se les antoja subvertir el orden público, lo que es anti todo, por ser contrario al orden jurídico. Igual hace falta a las relaciones internacionales, para no seguir en devaneos con regímenes autoritarios, como tampoco aceptando posiciones de sumisión ante otros Estados. Le hace falta a la industria y a lo agropecuario, para que no sean sometidos a los caprichos del mandatario de turno, como ocurrió años atrás con la absurda e indiscriminada apertura económica, hecha con propósitos simplemente publicitarios. Hace falta a la planeación, que algunos no han dejado implantar como debiera ser y manda la Constitución porque no quieren perder la disponibilidad caprichosa del presupuesto, lo que es más que grave a todo faro. Le hace falta al manejo del gasto público, para que no sigan ocurriendo desenfrenos que obligan calcular nuevos déficits fiscales y a prever la amenaza de nuevos impuestos.

Requerimos camino a soluciones, un vocero para que esto no suceda más. Nadie está representando este hacer. Apenas aisladas actitudes a este tenor y significación, de pronto singulares y hasta meritorias, pero por fortuna sin representatividad; menos mal, ya que no puede ser lo tradicionalmente positivo compatible con la decadencia actual de los valores que conforman la actividad política nuestra. saramara7@gmail.com

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