Ruben Darío Ceballos Mendoza

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Se me ha dicho en todas las partes donde he asistido en actividades de orden profesional o académico, que para que una administración sea real y verdaderamente exitosa, debe tratar siempre de cambiar en el mejor de los sentidos y consideraciones, no para que nada cambie, sino que se cambie y se transforme para bien; esto es, aupar, avanzar, progresar, fomentar, impulsar, consolidarnos. Desafortunadamente la experiencia en nosotros como país indica que los procesos dados no han servido para tales propósitos y muchos de los que se han propuesto, algunas veces han llevado a insustancialidades, lo que no puede seguir siendo, ya que no podemos esperar de quienes siempre yerran desarrollos positivos, lo que vemos de conformidad a como se van dando de manera negativa los asuntos todos de la cosa pública, lo que es a todo faro, lamentable sobremanera.

No han sido capaces nuestros gobernantes en el orden nacional, salvo las contadas excepciones que conocemos, quitar ni deshacerse siquiera de lo menos malo; y antes por el contrario, han incluido elementos que lo han radicalizado todo generando atrasos y retrocesos. Incapaces han sido de administrar, gestionar y gerenciar bien y mejor como debe y tiene que ser cuando de la cosa pública se trata. En los altares del cambio se ha sacrificado muchas veces lo mejor, para ir tras personalismos y favorecimientos, al tiempo de pretender convencernos que con ello se han subsanado errores, siendo lo exactamente opuesto.

Todo se ha disparado. Lo malo y peor de la administración ha generado enfrentamientos y polarizaciones. No se ve a futuro que se pueda encontrar algún motivo para aplaudir administración, gestión o gerencia por su buen andar. No se ha resuelto hasta ahora ningún problema de fondo, o al menos no lo hemos visto y ninguno se ha dado cuenta. Seguro es qué, si hubiesen sido significativos, se hubieran notado.

Se empeñan nuestros mandatarios, lo que es absurdo, en generar enfrentamientos, resucitar rencillas, inducir a errores, alimentar falsas expectativas e ilusiones. No ha habido entre nosotros cambios profundos desde los cuales estructurar jalonamientos, enviones y catapultarnos hacia dimensiones superiores. Todo han sido pequeñeces, medianía, mediocridad, insensatez, lo que obliga a que nos libremos de quienes no han hecho nada distinto a dejar como estela malos y peores resultados. Su gran labor y mérito ha sido hacerse notar en lo que nunca debe hacerse notar un buen mandatario. En lo irrelevante.

Envanecidos los tiene el poder. Se muestran fuertes, poderosos, indestructibles, agrandados. Son las pandillas gubernamentales en acción. Pandillas todas qué tienen consigo antecedentes de sobra como para temer de quienes la conforman, lo peor. Parecieran mentes enfermas, retorcidas y desagradecidas incluso con quienes los llevaron al poder. Son los autores de uno de los mayores atentados contra lo que debe ser un buen gobierno, que es mantener la unidad de sus gentes. Cabe solo seguir esperando comportamientos ideologizados, de lo que han dado suficientes pruebas de su populismo y radicalismo, leña al fuego como para no esperar de ellos nada edificante. Menos mal dicen ya algunos, al menos en lo departamental, municipal, y local, eso no tardará mucho para bien de nuestras unidades territoriales más próximas. Es insultante y vergonzoso sin duda tener en algunas de nuestros terruños los mandatarios que tenemos, lo cual es algo especial y significativamente ofensivo. Nunca debieron llegar. Nunca debió premiárseles con esa responsabilidad. Un verdadero cambio llegará cuando tomemos conciencia y con sentido de pertenencia procedamos en beneficio colectivo. No olvidarlo y tenerlo en exacta cuenta es lo debido en contexto de decencia y amor propio.


*Rubén Darío Ceballos Mendoza– rubenceballos56@gmai.com – Jurista

¿Cómo le pareció el artículo?
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Por editor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *