Periodista Iván Meneses

ENTRE PLACER Y PENAS

Del Infierno a la Gloria: Once Minutos que Cambiaron mi Vida

Once minutos, un lapso breve del tiempo, pero una eternidad para mi alma. Once minutos que me llevaron del infierno a la gloria, un viaje insospechado que jamás olvidaré. conocí a Jesús y a Satanás. Once minutos que me recordaron que la vida es un regalo invaluable y con Cristo la vida nos cambia.

Este viaje me ha convertido en un mejor ser humano, y mi propósito ahora es compartir mi experiencia, para que todos puedan conocer la luz de Cristo que habita en nuestro interior.

Este es el recuento de mi vida, una historia entre placeres y penas, llena de amor, alegría y aprendizaje, que me ha convertido en la persona que soy hoy.

Mi infancia inolvidable

En una hermosa tarde  de Pailitas, Cesar, rodeado por la cordillera oriental y la ganadería, tuve la dicha de nacer en el hospital Eli Moreno Blanco de ese municipio un 23 de Mayo, rodeado de la alegría y el amor de mis padres, Régulo Meneses y Sandy Rodríguez.

Régulo Meneses y Sandy Rodríguez, padres de Ivan Meneses
Régulo Meneses(q.e.p.d) y Sandy Rodríguez, padres de Iván Meneses

Dos años después fui bautizado por el sacerdote católico Walfran Cogoyo y por mis tíos, quienes son mis padrinos Franklin (Q.E.P.D) y Vicky Meneses. La ceremonia se llevó a cabo en la parroquia San José de Tunumá, de Pailitas- Cesar.

Tiempos después por mis padres  Régulo Meneses (Q.E.P.D) y Sandy Rodríguez, fui llevado a un pueblo chiquito y bonito llamado Zapatosa, ubicado en aquella época a escaso una hora en carro de Pailitas, porque sus carreteras eran  polvorientas y destapadas.

Iván Meneses de 7 meses de edad.
Iván Meneses de siete meses de edad.
Ciénaga de Zapatosa y cerros orientales de Pailitas- Cesar
Ciénaga de Zapatosa y cerros orientales de Pailitas- Cesar

Crecí rodeado de la belleza natural entre sabanas y la ciénaga de Zapatosa la más grande de Colombia, crecí al lado de mis papás y de mis hermanos Cindy, Régulo y Maité con quienes tuve una  bonita e inolvidable infancia.

Ivan meneses y sus hermanos
Iván Meneses con sus padres y hermanos: Cindy, Régulo y Maité,

Aprendiendo el valor del trabajo

Pese de ser un niño que todo lo tenía a mi alcance, debía ganarme lo que me apeteciera comer como las galletas rondallas, can can, gaseosa Kola hipinto, boliqueso y otros mecatos que eran mis preferidos. Todo esto y mucho más lo obtenía ayudándole a mi papá en la tienda, separando las verduras dañadas de las que estaban en buen estado. Las dañadas debía echárselas a los más de veinte morrocoyos que teníamos.

Recuerdo también que al caer la tarde acompañaba a mi papá a regar con agua los árboles de naranjas, mangos y cocos que le ayudaba a sembrar en las mañanas. Otras de las labores que hacía con él, era llenar una pileta inmensa con el preciado líquido para poder prender la planta eléctrica marca Lister que funcionaba con ACPM y servía para abastecernos del fluido eléctrico cuándo en el pueblo este era interrumpido.

El sol brillaba con más potencia, todo era luz para mí y felicidad. La vida era sencilla y hermosa, y yo era un niño feliz que disfrutaba de cada instante bajo el cálido sol de mi pueblo, Zapatosa.

Los recuerdos de mi infancia en Zapatosa son un tesoro invaluable. La calidez de mi familia, la belleza del pueblo y las experiencias vividas me formaron como persona y me llenaron de valores que aún hoy me acompañan. Agradezco a mis padres por brindarme una infancia tan feliz y por enseñarme el significado del amor, la familia y el trabajo.

Un  oscuro  viernes 13 que marcó un antes y un después: La partida de mi padre

Empezando el año de 1998, la muerte infame se lleva lleno de juventud y sueños a mi padre Régulo Alfonso Meneses, un viernes 13 de marzo producto de un derrame cerebral. dejando un vacío inmenso en nuestras vidas.

Ese día todo se nos derrumbó, el corazón se nos rompió en fragmentos, el Sol perdió su brillo y potencia, porque para nosotros el mundo se tornó oscuro.

Llenos de dolor y destrozados mirábamos como la soledad y la tristeza se apoderaron de aquella casa grande que estaba llena de felicidad, unión, amor y armonía de un lindo hogar conformado por papá, mamá e hijos.

Sin embargo, su recuerdo nos llena de fortaleza, de esperanza y de la certeza de que el amor que nos unió nunca se apagará.

Brujo hechicero nos envía magia negra

Cómo en todas partes los envidiosos acechan y rondan, pues pese de haber quedado mis hermanos y yo huérfanos de padre a temprana edad y mi mamá viuda, un grupo de señoras cuyos nombres no vale la pena mencionarlos, contratan a un brujo hechicero de otro pueblo para arruinar el negocio familiar y nuestras vidas.

El espiritista hizo su maléfico trabajo acabando hasta con los perros que teníamos de mascota.

La inmensa tienda fue acabándose y los clientes alejándose. A mi mamá le tocó coger de la tienda provisiones para poder alimentarnos.

Ella, mi madre Sandy, enfermó de una extraña rasquiña y en cuyo cuerpo le brotaron unas ronchas grandes. Esto requirió hospitalización de urgencias al hospital de Pailitas. Semanas después le dan de alta y regresamos a Zapatosa.

Días más tarde llega el señor brujo a la tienda con el pretexto de comprar una  gaseosa. No pudo esconder su asombro cuándo empezó a entablar  una corta conversación con mi progenitora. Él le dice: ¡Usted no es lo que me contaron!

Mi madre asombrada le pregunta: ¿A qué se refiere?

Apenado el hechicero le cuenta lo que hizo y le confiesa quien le pagó para la realización del trabajo de magia negra.

Aún más asombrada mi mamá no lo creía. El señor entonces le propone que le devuelva el trabajo a esas señoras, pero sin  cobrarle ni un solo peso. Mi mamá le dice que no, porque ella cree en un Dios verdadero y es quién puede hacer justicia.

Esas palabras le gustó al viejo y le recomendó que lave la casa y haga un culto evangélico y busque un pastor o pastora Cristiana que ore y ministre la casa.

El hechicero le confiesa también que a él ciertas mujeres lo contrataron para matarla a ella, para arruinar nuestras vidas y al negocio con espíritus de ruina y muerte por medio de la magia negra.

Otra de las confesiones que el brujo hace, es que el mandó a enterrar en la casa una botella cuyo contenido eran huesos de muerto, tierra de cementerio, un papel con los nombres y fecha de nacimiento de nosotros, cintas negras y muñecos  Vudú. En otro papel había algo escrito que decía: “Para que esta familia (decía los nombres de nosotros) se arruinen, pierdan todo, se enfermen y la señora muera. Procede entonces a revelar el nombre de la persona que se prestó para enterrar esa botella en la casa.

Mi  Mamá le regala una botella de aguardiente tamaño garrafón y unas cajas de cigarrillos por petición de él.

Mi madre decide hablar con la señora Nilsa  Tovar (Q.E.P.D), quien era una señora muy consagrada a Dios para la realización de cultos y ministrar la casa con oraciones para cortar maleficios.

El negocio se cayó, materialmente todo lo perdimos.

Ángeles enviados por Dios

En medio de la tristeza y la incertidumbre que rodeaba a mi familia tras la partida de mi padre, dos ángeles terrenales enviados por Dios llegaron a nuestras vidas para brindarnos su apoyo y ayuda.

La primera fue mi abuelita paterna María Teresa De Meneses Mejía, se puso en contacto con nosotros para brindarnos ayuda. Todos los fines de semanas yo viajaba a Pailitas en busca de un mercado que ella pagaba en un reconocido granero del pueblo. Su generosidad nos brindó un respiro en medio de la dificultad, permitiéndonos cubrir algunas necesidades básicas y aliviar un poco la carga económica que enfrentábamos.

Tiempo más tarde se comunica con nosotros mi tía materna Elena Rodríguez Longaray, y nos brinda también su mano generosa. Ella le envía a mi mamá mercancía para montar un almacén de variedades, pero el negocio no prosperó como se esperaba. Su gesto de apoyo y cariño nos llenó de esperanza y nos demostró que no estábamos solos.

Aquellos ángeles terrenales, mi abuelita y mi tía, marcaron un antes y un después en nuestras vidas. Su generosidad y su amor nos ayudaron a superar uno de los momentos más difíciles de nuestra existencia, y nos recordaron que la bondad es el lenguaje universal del corazón.

En cada rincón y paredes de la casa que se caracterizó por ser de color verde, sentíamos la ausencia y a la vez la presencia de mi papito cómo cariñosamente le llamábamos, porque los recuerdos seguían vivos.

Aventuras bajo el sol: Memorias de una infancia feliz

Después de haber hecho las tareas solía encontrarme con mis amigos para volar cometas en la sabana, o ir a bañarnos en las quebradas, a jugar con mis más de cincuenta juguetes que tenía y jugar un partido de fútbol.

Ilustración de niños bañandose en quebradas o ríos
Ilustración de niños bañandose en quebradas o ríos

Al caer la noche nos volvimos a reunir, pero al frente de mi casa para jugar el quemado, la yuca, la lleva, el escondido. Recuerdo a este último juego que nos escondíamos a dos, tres y hasta cinco cuadras de la casa, hasta llegar al parque. Y allá nos debían ir a buscar. De ahí corríamos como el corre camino para llegar hasta un punto que era una puerta, una pared o un poste a lo que denominamos la tienta. Al llegar teníamos que decir  a viva voz: ¡1, 2 ,3 por mi!

Otros de los juegos tradicionales de aquella niñez sana eran los trompos, las canicas o boliches como  son conocidas esas bolas  en algunas regiones del país, la  ronda del policía, ir a la quebrada y agarrarse de bejucos y saltar al agua creyendo ser Tarzán.

Aquellos días en mi pueblo fueron un regalo invaluable, una época dorada que marcó mi vida para siempre. Un viaje a través de juegos tradicionales que me enseñó el valor de la amistad, la alegría y la imaginación. Un viaje que aún hoy, cuando miro hacia atrás, me llena el corazón de nostalgia y agradecimiento. Cada recuerdo de aquellos días es un regalo que atesoro en mi corazón, un pedacito de la esencia que me define como persona.

TEMAS ENLAZADOS:

Vida y obra de Iván Meneses (II). Mis dos pasiones: la música vallenata y el periodismo

Vida y obra de Iván Meneses (III) Del infierno a la gloria. Con Cristo la vida cambia.

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