Blaicer Moreno Córdoba

Por: Blaicer Moreno Córdoba*

El urbanismo social, componente de suyo impactante, consiste, básicamente, en el direccionamiento de grandes inversiones en proyectos urbanísticos puntuales hacia los sectores populares de la ciudad, sectores los cuales constituyen desde siempre una de las razones de ser de mi hacer político. Su surgimiento como noción en la narrativa de la municipalidad, indican expertos, ha evidenciado y evidencia su construcción a partir de representaciones asociadas con la transformación socio-espacial de zonas marginales de la ciudad y rápidamente adquiere fuerza como un discurso y un conocimiento institucionalizado, ayudado de un amplio contenido ideológico expresado en creencias, actitudes, nociones y valores por medio de los cuales se ejerce poder, dominación y control en tanto evalúan y clasifican espacios, sujetos, actores y sus acciones, introducen nuevos significados e imágenes de la realidad, induciendo comportamientos y legitimando o deslegitimando las actuaciones de actores, grupos y comunidades.

En cuanto al contenido ideológico del discurso, también indican, se visibilizan en conjunto los propósitos del urbanismo social y las características del modelo de ciudad propuesto. En tal sentido, la práctica discursiva que vehicula este tipo de urbanismo se inscribe en la propuesta de un modelo de ciudad y de gestión del desarrollo, que, aunque explicita la reorientación del desarrollo municipal situando como eje al ser humano y su bienestar y no solo el crecimiento económico, no se distancia de adecuar la ciudad para su inserción en las redes de economía global.

Para ello, debe expresarse la necesidad, imperiosa por demás, de superar obstáculos como la pobreza (estado de alguien que carece de un monto de dinero usual o socialmente aceptable o de posesiones materiales), la exclusión (forma de separación, expresada en un sentido negativo, de un conjunto o grupo social respecto de otro), la desigualdad (condición o circunstancia de no tener una misma naturaleza, cantidad, calidad, valor o forma que otro, o de diferenciarse de él en uno o más aspectos), la violencia (uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo), la falta de un crecimiento económico sostenido (patrón de crecimiento económico caracterizado por una marcha persistente y poco volátil de la tasa de crecimiento) y sostenible (patrón de desarrollo en un sentido amplio); y, la baja gobernabilidad democrática (semánticamente a la capacidad de ser gobernable y conceptualmente a la relación que se manifiesta cuando existe un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos de atender éstas de forma eficaz, estable y legítima), que ha caracterizado la más de las veces a las ciudades.

Lo dicho deberá reflejarse en los procesos de jalonamiento y acondicionamiento en ruta a su gestión, sobre la base en la demanda que permitan la conexión productiva con los mercados, crear riqueza y generar un crecimiento económico fuerte; además, procesos de acondicionamiento en todos los ámbitos, que permitan hacer de ese crecimiento algo sostenible A TRADUCIRSE en mayores niveles de desarrollo humano, EN LA VERDAD QUE ES el urbanismo social un proceso de acondicionamiento QUE DEBE articulaRSE a las demandas regionales y globales de desarrollo Y vincularse con los propósitos de transformación, por medio del cual se indica cómo se produce el espacio, quién(es) lo produce(n) y su función.

El urbanismo social conceptualmente hablando, devela la búsqueda de una ciudad gobernable, normalizada, productiva y competitiva, en rasgos que dan significado a esta práctica local en varios sentidos: 1) El urbanismo social como una práctica para la producción de espacios gobernables. 2) Una práctica que produce espacios para el control y normalización de los ciudadanos. 3) Una práctica para la adecuación productiva de la ciudad.

Respecto a la estrategia analítica y metodológica adoptada en la investigación, se destaca la importancia que en los estudios urbano-regionales reviste comprender, desde una perspectiva crítica, la relación lenguaje-ideología-poder implicada en los procesos de planeación y gestión del territorio. Hoy, esta relación se hace visible en el espacio urbano, entre otros hechos, en la circulación a escala mundial de imágenes e idearios de ciudades que alcanzan a posicionarse como modelos (Sánchez y Moura, 2005), dinámica en la que se inscribe el urbanismo social de Medellín. Esta construcción simbólica de las ciudades se materializa en acciones que conducen al espacio urbano hacia ciertas formas, usos y actores, reflejando la función del lenguaje no solo en la organización del espacio sino también de las relaciones y las prácticas sociales (Lopes de Souza, 2011).

En este sentido, es necesario que en los estudios urbano-regionales se visibilice cada vez más la preocupación por el lenguaje que hasta ahora aparece como un asunto marginal, pese a la relevancia que adquiere en otras áreas de las ciencias sociales y humanas, en las cuales el análisis del discurso se impone con fuerza (Lopes de Souza, 2011). En ello, el enfoque analítico y metodológico adoptado en esta investigación resulta útil para la revisión crítica de los procesos de planeación y gestión del territorio, en la comprensión de la función que el discurso y la ideología desempeñan en ellos y de la manera en que se articulan a ejercicios de poder y control.

PARA QUE ASÍ GANE EL MUNICIPIO Y SE ARTICULE el poder en la construcción, circulación y Legitimación del modelo de urbanismo social, PARA QUE impacte POSITIVAMENTE EN aspectos físico-espaciales Y sociopolíticos de PUERTO GAITÁN, EN LA RUTA QUE DEBE EMPRENDER EN EL TAN IMPORTANTE CONTEXTO DEL URBANISMO SOCIAL.

*amerlyng@gmail.com *Administrador de Empresas. Especializado en Proyectos de Desarrollo. Asesor y Consultor Político y Empresarial

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