Por: Uriel Ortiz SOTO (*)

El próximo tres de mayo se cumple un año del fallecimiento del doctor César Montoya Ocampo, destacado estadista, penalista, escritor y político.

Fue un auténtico líder, pero, de infortunios; incomprendido y desaprovechado intelectual y políticamente, por quienes han dirigido los destinos del partido conservador: en Aranzazu, en Caldas y en el País.

No obstante, haber ocupado altos cargo en la administración de justicia y cómo legislador, su capacidad intelectual, estaba programada para haber sido protagonista de varias obras de proyección nacional e internacional.

No le perdonaron su clara inteligencia, el don de la palabra y el garbo de su oratoria, que llegó a estremecer las plazas públicas y los auditorios donde intervenía; en su momento todos lo aplaudían, pero, a la hora de conformar liderazgos y listas, siempre lo traicionaban. Todos sabían que su inteligencia era superior a la de ellos y sentían el temor de versen eclipsados.

Su columna de los jueves por el diario patria, todos los caldenes y allegados la esperábamos con mucha ansiedad, puesto que en ella exponía temas de diferente índole e interés regional y nacional.

Afortunadamente su hijo doctor Juan Álvaro, heredó la columna de su padre, con el beneplácito de quienes continuamos siendo sus asiduos lectores; es el mejor homenaje que hayan podido hacer los directivos del diario, a quién fuera uno de sus más brillantes colaboradores y columnistas. 

Qué falta le hace a Aranzazu, a Caldas y a Colombia, un hombre de los quilates del Doctor César Montoya Ocampo, que escribió para presentes y futuras generaciones, las más hermosas prosas de la verdad y la vida, escritas con el don de la impronta, la palabra, la oratoria y de la magnificencia de haber sido como pocos colombianos, un consumado lector de las más exquisitas obras, del parnaso nacional e internacional.

Quienes fuimos sus amigos y permanentes contertulios, no nos acostumbramos a su partida definitiva; en cada municipio de Caldas nos parece verlo de tribuno, difundiendo y defendiendo los ideales del partido conservador, al cual perteneció durante toda su vida.

En los estrados judiciales, – aunque ya de remotos tiempos-, existe el enorme vacío por su no presencia, fue un penalista lúcido y respetado, que, con el don de la palabra y argumentos jurídicos, echaba por tierra los alegatos de sus adversarios, para arrancar de las garras de la justicia, la libertad de cientos de inocentes.

Como coronador de reinas en casi todos los municipios de Caldas, hizo gala de sus magníficos dotes poéticos; que como en el canto del jilguero, muy de mañana alza su vuelo, para perderse en los coros de las confines celestiales.

Hay seres humanos que nacen con la aureola de ser hombres serviciales a Dios y a la sociedad; el doctor César Montoya Ocampo, fue uno de ellos, desde muy temprana edad, empezó a escribir las páginas más bellas para su ciudad natal.

En las más de cinco obras que escribió, dejó intacta la razón de su existencia; el amor por su pueblo de Aranzazu y sus gentes, fue tan grande, que no escatimó esfuerzos, para referirse a cada una de sus veintisiete veredas, como verdaderas estaciones del cielo, en los confines de la tierra. 

Tuvo un amor desenfrenado por su familia, su señora esposa doña Heroína Giraldo, – hoy viuda de Montoya-, es respetable dama, madre y abuela, que no obstante su avanzada edad, no sucumbe a los bellos recuerdos de quién fue su querido esposo, durante más de sesenta años.

La doctora Claudia su hija, como lo manifestó una noche de homenaje en el Club Miraflores de Aranzazu, fue la luz de sus ojos y gran soporte de sus luchas políticas y profesionales.  Sus hijos Juan Carlos y Mauricio, están dedicados con mucho éxito a la construcción. 

En la zaga del tiempo y los recuerdos, quedan en el olvido el rencor de sus malquerientes; el doctor Montoya Ocampo, nunca tuvo enemigos perdurables, siempre perdonaba a quienes, por diferentes circunstancias de su vida política, social o profesional, lo maltrataron; con su sonrisa a flor de labio, buscaba a sus contradictores para hacer las paces.

Doctor César: Continúa disfrutando del merecido premio de los justos; vuestro paso por este mundo, fue fructífero y lleno de enseñanzas; que el Dios Padre; el Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo, siempre estén contigo en el Reino Celestial.

urielos@telmex.net.co

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