Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Violencia, nos dice la ONU, es el “uso intencional de la fuerza física o el poder real o como amenaza contra uno mismo, una persona, grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo; lo que sí es claro hoy más que nunca, es que con ella no se conquistan derechos ni se defienden libertades, ya que sólo persigue imponer ideas y pisar los derechos de quienes no piensan igual a quienes las imponen o pretenden imponerlas, ya que como dijera Martín Lutero King, lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”.
Se ha querido imponer a la ciudadanía y comunidad en general por parte de quienes están por la violencia a todo trance y como consecuencia de una narración interesada, que si a lo largo de la historia no se hubiesen producido revoluciones violentas y no se hubiese batallado por los derechos de los que hoy gozamos, ni disfrutaríamos de ellos ni habría un solo estado democrático en el mundo, por lo que en consecuencia, si queremos cambiar todo aquello que encontramos injusto y no podemos hacerlo por otros medios, estamos legitimados para utilizar la violencia. Estúpido y falaz relato en un estado democrático, donde los cambios no se producen atentando contra el Estado de Derecho, sino integrando mayorías.
De ahí que las personas con convicciones democráticas rechacen todo atisbo de violencia en cualquier forma, expresión o maneras. Sin ninguna clase de peros, medias ni tibias posturas. Entienden que es reprochable, reprobable e inaceptable el vandalismo, sea cual y como fuere, sea apedrear, quemar, causar destrozos en la vía pública, saquear locales, etcétera, a nombre de ninguna causa por muy justa que sea o parezca. Todos los actos de violencia son sin duda un todo aberrante, ya que por simples que parezcan ponen normalmente en peligro la vida de las gentes en los sitios donde los mismos tienen ocurrencia.
Toda violencia niega la libertad y desconoce la democracia. Ninguna violencia es, ha sido ni será buena, incluida la verbal, que no podemos bajo punto de vista alguno confundir con la libertad de expresión, definida claramente como el derecho de toda persona a expresar sus pensamientos, opiniones o ideas libremente y en ausencia de censura. Derecho fundamental recogido en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece un único límite para su ejercicio: el respeto a los derechos y libertades de los demás. Necesitamos vivir en una democracia plena, excelente y perfectible, debiendo en consecuencia ser exigentes con ella, rigurosos y nunca hacerle trampas, ya que perderemos todos.
*Saúl Alfonso Herrera . Abogado. Especializado en Gestión Pública. Derecho Administrativo y Contractual. saulherrera.h@gmail.com