JOSÉ MANUEL HERRERA VILLA

Por: José Manuel Herrera Villa*

Se observa hoy más que antes, lo que no es para nada positivo, la tendencia, nociva por demás, a no dar explicaciones, sustentos, soportes, fundamentaciones y argumentaciones, como lo queramos llamar, respecto de las políticas que se ponen en marcha, lo que es un claro desprecio a la ciudadanía y bajo punto de vista alguno debe admitirse como fórmula de comunicación social, ya que oficia lo cual como una declaración de solo un costado, sin contraste alguno; y lo que es peor, con inusitada frecuencia, como si se tratara de una panacea, como algo que para todo y más sirve, muestran con oportunidad y sin ella, referencias vagas y abstractas al interés general, sin concreción ni argumentación algunas, como fundamento para cualquier decisión u omisión, lo que sigue siendo aberración y burla para con la ciudadanía y comunidad en general.

La política, bien lo sabemos, sobre todo si es democrática, constituye una tarea de rectoría de los asuntos públicos, orientada en un marco de libertades, a la mejora de las condiciones de vida de los asociados. En la medida en que una política democrática descansa sobre el Estado de Derecho, la racionalidad debe presidir la confección y elaboración de las políticas públicas, así como su comunicación y explicación a los ciudadanos. Comunicación y explicación son funciones bien relevantes de los nuevos espacios políticos que han de realizarse pedagógicamente, dedicando tiempo a exponer las argumentaciones y razones que justifican la acción de gobierno o de la oposición política.

Entre nosotros, evidente es que pedagogía y explicación brillan por su ausencia en la vida política. Posiblemente porque reclaman trabajo, esfuerzo, ponerse en la piel de quienes escuchan, de las personas a las que van dirigidas los mensajes. La pedagogía hay que hacerla cerca de las personas, de los ciudadanos, y ello supone que hay que desplazarse a la realidad, con el riesgo que hoy entraña alejarse del poder y adentrarse en mundos complejos y poco rentables,

Hoy por hoy los nuevos espacios políticos traen una particular exigencia de pedagogía política. En el desarrollo de sus políticas, las formaciones deben atender particularmente a la comunicación con el entorno social y comunidad toda, en la certeza que el trabajo político no es una labor de adoctrinamiento, de conversión ideológica, sino de transmisión de los valores de las políticas que se proponen o que se realizan.

En este tiempo en el que algunos generan ambigüedad, pusilanimidad, propaganda, relativismo e indiferencia, entre otros generales y particulares aspectos, la exigencia de explicación y de pedagogía, debe ser definitivamente relevante. De no ser así, la gente se va a sentir decepcionada, se alejará de los políticos y empezarán a abrirse a nuevas propuestas en las que comunicación y mensaje, más si es demagógico y desafiante, permitirá ver algo de esperanza en el porvenir.

Requerimos espacios políticos de apertura, pluralidad, dinamismo y complementariedad, siendo menester que se transmitan al pueblo las políticas a emprender acompañadas o precedidas de las razones de su formulación, así como de las consecuencias que de ellas se van a desprender.

La pedagogía política impide la demagogia porque la racionalidad es su principal manifestación. Cuando las propuestas o las medidas se pueden explicar porque son razonables, lógicas, con argumentaciones al alcance de cualquier fortuna, es probable que el pueblo soberano pueda comprender mejor el alcance y sentido de esas políticas. Y cuando esas políticas se hacen para todos porque son exigencias de la centralidad del ser humano, entonces se transita por el buen camino y no es difícil explicar las causas y las razones de tal proceder.

Cuando por el contrario imperan silencio, corrupción, el castigo a los más desfavorecidos, la ausencia de explicaciones y la rendición de cuentas es una falacia, la democracia pierde y es cuando asoman los populismos, los “salvadores”, los manipuladores sociales, todos ellos oportunistas especializados en manejar el descontento y la indignación actual, gracias al inmovilismo que reina en las banderías tradicionales que nos están llevando por rumbos inciertos.

*José Manuel Herrera Villa. Profesional en Administración y Finanzas. Especializado en Auditoría Integral. Formulación y Evaluación de Proyectos de Desarrollo. jomahevi@gmail.com

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