Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
Cada día más cuenta nos damos que tenemos una justicia real y verdaderamente politizada. Lo vemos a diario cuando los pronunciamientos judiciales atienden y favorecen las voces mentirosas de quienes se dicen perseguidos, lo mismo que de quienes se declaran inocentes de todo cargo, de quienes afirman ser sindicados sin pruebas, de quienes señalan que se han violado sus derechos humanos, de quienes no han tenido oportunidad de defenderse, y que se verán obligados a acudir a las cortes internacionales porque aquí entre nosotros no hay justicia. Cuando un juez aplica parcialmente la ley, no está haciendo justicia y, atendiendo razones de la sinrazón, hace política de la buena.
En la administración del Estado moderno, el poder político se ejerce por medio de las tres principales funciones. La Judicial que tiene un poder que no es menor al del Legislativo que crea la ley y el del Ejecutivo que la hace cumplir. Los tres poderes que pensó Montesquieu forman la organización de la república que se aplica en el mundo desde finales del siglo XVIII, conocido como el siglo de las luces.
De manera que entre nosotros vemos que el actuar de la justicia es político y no en el mejor ni en el buen sentido que la política tiene; esto es, la ciencia y el arte del poder. Los jueces imponen penas a su antojo y dependiendo de conveniencias. Adecuan las conductas. Abusan de su mandato, sin importarles que hay preceptos que impiden que se abuse del poder que les es conferido y respeten los derechos de las personas, lo que los tiene sin cuidado a la hora de cumplir su conveniente cometido.
La política mete de frente sus manos en la justicia. Los políticos encuentran caminos expeditos en jueces para condenar a quienes quieren “escarmentar”. Aquí se honra a los delincuentes y eso tiene su precio. No hay honor en la justicia. No están para defender el bien de la patria, por lo que no merecen ser jueces. Es la justicia entre nosotros olla putrefacta, y eso que falta aún mucho por seguir descubriendo y mucha tela que cortar en esto de la justicia y su entramado todo de componendas y corrupción; de ahí que importante y urgente sea seguir avanzando en esto de la mejor forma y manera, a ver si por fin se llega al fondo de lo que verdaderamente sucede en esta rama del poder público, la cual, por encima de todo y de todos, debe mantenerse y permanecer incorruptible a todas luces. Es procesar y condenar a los culpables y no condenar a quienes no lo son, pero que al hacerlo favorecen los más oscuros y protervos intereses. Así estamos y creo que anclados estaremos por mucho tiempo más en tales circunstancias. ¿Hasta cuándo? Vaya uno a saber. Averígüelo Vargas.
saulherrera.h@gmail.com *Abogado. Especializado en Gestión Pública