Blaicer Moreno Córdoba

Por: Blaicer Moreno Córdoba*

Nos refiere soberanía alimentaria, en la que como municipio bien y mejor podemos incidir abundante y positivamente en los conciertos local, departamental, regional, nacional y porque no, internacional, el derecho de los pueblos a definir y controlar sus sistemas alimentarios y de producción de alimentos de de forma equitativa, soberana y respetuosa con el medio ambiente, misma de la que nos dice la FAO, incluye el derecho a proteger y regular la producción nacional agropecuaria y a proteger el mercado doméstico del dumping de excedentes agrícolas y de las importaciones a bajo precio de otros países, lo mismo que reconoce los derechos de las mujeres campesinas; y, que entendemos como el ejercicio de la autoridad en un cierto territorio.

Esta autoridad recae en el pueblo, aunque la gente no realiza un ejercicio directo de la misma, sino que delega dicho poder en sus representantes. Soberanía significa independencia, es decir, un poder con competencia total en lo que es importante el valor del trabajo humano, único que produce y se nutre de la ciencia, el progreso, la civilización y la cultura para transformar la naturaleza adaptándola a sus necesidades y contribuyendo al bien común, ya que actúan y se realizan en una sociedad.

Los agricultores, quienes están en contacto diario con la tierra y lo que en ella se produce, son vitales en este itinerario, ya que sin cuyo trabajo no podríamos subsistir. Es derecho de los pueblos definir y controlar sus sistemas alimentarios y de producción de alimentos y hacerlo de forma equitativa y respetuosa con el medio ambiente. Esto es lo que en palabras sencillas propone la soberanía alimentaria.

Debemos entender y así debe ser, la soberanía alimentaria un objetivo estratégico y una obligación del Estado para garantizar que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades alcancen la autosuficiencia de alimentos sanos y culturalmente apropiados, de forma permanente. Ser una propuesta política para enfrentar el problema del hambre y la desnutrición, así como una concepción ética del derecho a la alimentación y del deber de respetar la naturaleza, el suelo, el agua y el aire; lo que en realidad y verdad estamos más que lejos de aplicar, toda vez que acusamos problemas de niños menores de 5 años con desnutrición crónica infantil o retraso en su crecimiento.

Poner en práctica la soberanía alimentaria, además de atender las necesidades de la población, es una forma de desarrollar la economía campesina, propiciar la producción familiar, satisfacer el mercado interno, exportar las excedencias, ojalá que con valor agregado. Hacer crecer la producción para la soberanía alimentaria es prioridad y si, además, podemos exportar en buena hora, pero para ello se necesita escuchar y propiciar la participación y el acceso de los pequeños y medianos agricultores al financiamiento y la tecnología, una de las maneras mejores de alcanzar altas metas a este tenor con grandes e integrales beneficios para la población toda y arcas erarias territoriales.


*Blaicer Moreno Córdoba. amerlyng@gmail.com *Administrador de Empresas. Especializado en Proyectos de Desarrollo. Asesor y Consultor Político y Empresarial

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