Por: Hernando Pacific Gnecco*
A cambio de las monarquías, los pensadores británicos del siglo XVII propusieron ese liberalismo clásico que promovía un estado secular, democrático y equitativo, al que siguieron sistemas democráticos más equilibrados.
En el siglo XX triunfa el neoliberalismo planteado por Friedman y von Hayek. Se impone entonces el egoísta, maquiavélico, depredador y autodestructivo sistema, implantado en Latinoamérica en los años 70 y el mundo en los 80, que devino en algo peor: el neoconservadurismo anglosajón. Las humanidades han sido aplastadas por el dios dinero.
Los principales motores de aquella corriente, Adam Smith, Locke, Malthus y David Ricardo impulsaban el pensamiento de Thomas Hobbes, el más importante pensador político moderno. Sumemos a Robespierre, Marat, Say, Desmoulins, Danton y demás gestores de la Revolución Francesa, responsables del declive de las soberanías, del auge de los Derechos Humanos y las democracias modernas, imperantes a pesar de los horrores sucedidos posteriormente hasta el firme establecimiento de la Quinta República, hechos que incluyeron a Napoleón y la participación francesa en dos guerras mundiales. No es nueva, pues, la lucha por el equilibrio entre el papel del estado, los derechos de los ciudadanos y el aparato productivo.
Entrado el siglo XIX, en pleno auge de la Revolución Industrial, se propuso que las fuerzas del mercado deberían regir los destinos de las sociedades, reduciendo la intervención estatal; un neoliberalismo en ciernes, doctrina que traería muchas de las actuales crisis sociales derivadas de la creciente desigualdad que conlleva tal dogma. La estrepitosa caída del socialismo fomentó el auge de este sistema, casi hegemónico en Occidente, que creció sin contrapesos políticos y sin cortapisas éticas. Impera ahora la religión del utilitarismo y se idolatra al becerro de oro.
¿Sirven o no las humanidades?
Actualmente, la educación enfatiza principalmente en ciencias y tecnología. Se atenúa cada vez más la comprensión de lectura, arte, filosofía, literatura, historia, civismo, urbanidad y demás humanidades; la cultura general merma incesante. Escasea la educación nutricional al mismo ritmo de la “alimentación” escolar; cuando no se la roban, ofrece productos procesados y ultraprocesados, bebidas azucaradas y frituras; el negocio prima sobre la salud escolar. Desde una visión más contemporánea, la educación debe orientarse fundamentalmente a la formación de ciudadanos de bien, con capacidad de entender estos tiempos, de propender por una mejor convivencia, respeto a los semejantes, al entorno, al medio ambiente, a las reglas establecidas. Basta recordar el vergonzoso episodio al final del partido Colombia contra Japón durante el campeonato mundial de fútbol en Rusia 2018: los japoneses dejaron su tribuna limpia y, acto seguido, recogieron las montañas de basura dejadas por nuestros compatriotas. Sin duda, los hinchas japoneses nos dieron una lección de cultura y humanismo.
El irrespeto al orden establecido procede de una pésima educación, enfocada en el utilitarismo. Corresponde retomar los caminos de las humanidades; para muchos, es de menor trascendencia. Pero… ¿es más importante la robótica que la filosofía? Sin la última, los algoritmos autónomos de la IA podrían tomar el control de las finanzas mundiales, concentrando aún más las riquezas y empobreciendo más a la población vulnerable que poco o ningún trabajo tendría en un futuro cercano, según expresa Harari en “21 lecciones para el siglo XXI”. La ética financiera y jurídica se pueden parametrizar en los algoritmos tanto como la actividad en la bolsa o la fabricación de microchips. Próximamente, muchas profesiones desaparecerán a un ritmo mayor que la creación de nuevos puestos de trabajo o profesiones, creando grandes masas de desempleados. Reinventase es la respuesta, claro. Pero ¿ese reto es el mismo para un joven docto en tecnología que para una persona mayor? ¿Es igual para alguien sin educación técnica que para un especialista?
Ahora me pregunto: ¿es que el estudio de los individuos, las sociedades, su pensamiento y comportamiento no es científico? ¿Acaso no importa la sociedad en la toma de decisiones? Decepcionante y frustrante pensar como aquel leguleyo: “La ética nada tiene que ver con el derecho”.
*Hernando Pacific Gnecco. hernando_pacific@hotmail.com *Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista