Silvano Calvo Calvo

Por: Silvano Calvo Calvo*

Obligan los tiempos que vivimos, ser, estar y hacer política, actuar con inteligencia, capacidad de entendimiento y claridad de pensamiento, en dirección a pensar desde la coherencia las acciones políticas que nos lleven a mejorar las condiciones de vida de todos, particularmente los menos favorecidos por la fortuna, toda vez que el centro de la acción política es la persona, principio básico de actuación desde el cual es posible establecer varias líneas fundamentales que, desde una correcta perspectiva y consecuente estrategia, configuren un adecuado hacer y quehacer político.

Como seres pensantes no podemos concebirnos ni entendernos como sujetos pasivos, inermes, apenas receptores o destinatarios inertes de las decisiones políticas. No. Tenemos que definirnos como centro de la acción política, lo que significa ser centro de atención, pero sobre todo, considerarnos protagonista por excelencia de la vida política, afirmación que tenemos que defender en los más variados tonos, con los acentos más diversos, en situaciones políticas y de las más diversa índole que nos determinen con una impronta y propio significado, haciendo que valga la pena nuestra existencia en contexto colectivo.

Afirmar nuestro protagonismo no traduce darle a cada uno un papel absoluto, como tampoco supone propugnar un desplazamiento del protagonismo ineludible y propio de los gestores democráticos de la cosa pública. Afirmar ese personal protagonismo, es acentuar nuestra libertad y participación democrática activa en los asuntos públicos, en la solidaridad, en el entendimiento y la comprensión que el progreso de la humanidad debemos referirlo como una larga lucha hacia cúspides cada vez más altas de una bien entendida libertad.

El camino ha sido sinuoso, los obstáculos muchos, graves, así como frecuentes los tropiezos, lo que indica que una vez superados, debe y tiene que ser a futuro el camino del progreso, un camino hacia la esquiva libertad, entendida desde la moral como esa capacidad de elección limitada, pero real del hombre y consustancial a su propia condición, inseparable de su ser y plenamente realizable en el proyecto personal de cualquier ser humano en toda época.

Desde un punto de vista social y político, debe ser indudable un efectivo progreso en nuestra concepción de lo que significa la libertad real de los ciudadanos. No obstante, en el orden político, se ha entendido en reiteradas ocasiones la libertad como apenas formal. Siendo así que sin libertades formales difícilmente podemos imaginar una sociedad libre y justa, siendo también verdad que es perfectamente imaginable una sociedad formalmente libre, pero sometida de hecho al dictado de los poderosos de la fauna política, lo que no debemos admitir.

Las sociedades realmente libres son las de personas libres. Su fundamento no está en los principios constituyentes, formales sobre los que se asienta su estructuración política, sino en las personas libres con aptitud real de decisión política en capacidad de llenar diariamente de contenidos de libertad la vida pública de una sociedad. Ninguna tiranía será capaz de sojuzgar jamás un pueblo de personas auténticamente libres, la libertad no es estatus ni condición lograda o establecida, sino una conquista moral que debemos actualizar permanente y continuamente en el esfuerzo personal de cada uno para el ejercicio de su libertad en medio de sus propias circunstancias.

Silvano Calvo Calvo. silvanocalvo@hotmail.com Abogado, Especializado en Derecho Administrativo

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