Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
¿Para dónde va Vicente?, para dónde va la gente. Reza así un decir popular para referir a la ninguna voluntad que asiste a las gentes cuando con cantos de sirenas son cooptados y arrastrados para ir tras causas inútiles que no son las suyas como una amorfa multitud cualquiera, lo que no se compadece con sus realidades y necesidades, toda vez que no cabe en ello estudio, análisis, pensamiento crítico ni reflexión de naturaleza alguna, sino hacer lo que se les determina y pare de contar.
Hace muchos decenios ya, importantes filósofos orbitales advirtieron que esta clase de fenómenos estaban transformando peligrosa y radicalmente la cultura, al alterar comportamientos, derogando instituciones e inaugurando una comunidad masificada para la que no se estaba preparado, y a fe que no se equivocaron en lo más mínimo, marcando como vemos, una decadencia de la forma de vida que nos viene caracterizando. Desgraciadamente estamos viviendo plenamente esa comunidad y esa decadencia. Calles, avenidas, carreras, espacio público, se colman cada nada y por cualquier baladí motivo de vándalos que aparecen como por arte de magia y crecen desenfrenadamente causando daños materiales innumerables y afectando en importante número la integridad física de personas.
Agresividad sin límites, desorden, violencia, anarquía y caos actúan como signos de los tiempos, a lo que se suma la indiferencia e indolencia frente a los bienes públicos como si marca indeleble y abominable fuera del ocaso de la civilidad y se ha vuelto entre nosotros una característica de la conducta preponderante. La barbaridad se impone, la mediocridad y la banalidad se encuentran a la orden del día, la prepotencia es lo debido como modo de ser y la violencia desbordada aupada por oscuros tentáculos e intereses, el primer gran recurso de los salvajes; evidencias todas de la involución que padecemos, a la que pocos atienden y no se dan cuenta que nos hallamos frente a una verdadera debacle que acabando está a pasos agigantados con bienestar, cultura e inca intimidad de las personas de bien.
Convivimos con una sociedad masificada donde reina populismo, violencia, unas desaforadas y desenfocadas redes sociales o antisociales a decir de muchos, que de no implantarse e implementarse adecuados correctivos, camino vamos a la disolución de nuestra democracia, Estado, instituciones y libertades que son estructuraciones civilizadas; así como con las leyes, existidas para entender y administrar comunidades, grupos estructurados, y no muchedumbres inorgánicas, agresivas, desbandadas y desarticuladas, que viven en el enajenamiento de la tecnología y avanzan en el anonimato, hasta el punto que amenazan con invalidar en la realidad recursos políticos, valores y sistemas que son respuesta estructuradas a través de los siglos a demandas poblacionales.
Los pueblos deben y tienen que ser pensados sin improvisaciones en la perspectiva de una sociedad en contexto de civilidad. Ser reflexionados respecto de qué hacer con la sobrepoblación, con sus sistemas políticos y administrativos que parecieran no funcionar adecuadamente.
*Jurista. rubenceballos56@gmail.com