Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Tomo esta semblanza que me permitiré actualizar en apenas algunos apartes, escrita años atrás por mi fallecido hermano Ángel José, quien fuera médico patólogo, docente universitario, decano de la facultad de medicina de la Universidad el Cauca y miembro de su Consejo Directivo, Presidente de la Sociedad Colombiana de Patología, además de abogado especializado en derecho administrativo, con lo que hago un doble homenaje: a su memoria y a nuestra madre, quien arribó en días pasados a sus noventa y seis años de edad.
Elsa es una mujer de 82 años orgullosa de toda su descendencia, pues venciendo dificultades económicas, ella lo que hizo todo el tiempo fue luchar para mejorar, progresar y brindarle a todos sus hijos la oportunidad de estudiar y salir adelante para que todo lo que ella no tuvo su prole lo alcanzara. Hubo muchos sacrificios y luchas, pero hoy se siente plenamente realizada con sus hijos, nietos y bisnietos y que esa alegría desea que perdure, porque su actuar siempre estuvo dirigido a obtener bajo un manto de honestidad todos los caminos para que ella y su descendencia encontrasen el respaldo social, académico y político con el que hoy cuentan. No fue fácil el trayecto, ella se convirtió en motor de cambio gracias a su empuje empeñada en cambiar el futuro de su familia.
Elsa Cecilia Mendoza ha sido una mujer recursiva, obstinada, optimista, muy visionaria, muy valiente, luchadora e inteligente que venciendo muchísimas dificultades se posicionó con éxito en los círculos samarios. Son insuficientes las cuartillas para describir todo lo que hay que decir de ella. Transcurre la niñez de Elsa bajo el cuidado de su progenitora Ana Elvira. Estudia en la escuela Cuarta, de naturaleza pública, del parque de los Novios en Santa Marta donde hace hasta segundo elemental, tiempo en el cual su hermana Lidia, las lleva con su madre y su hermana Carmen a vivir a Caracas y son matriculadas en el colegio Mercedes Limardo, donde rápidamente Elsa se torna en la mejor estudiante a pesar de no conocer la Geografía ni la Historia venezolana, conocimientos que su cuñado les complementa en casa.
Vivían en Antímano, con excelentes relaciones en el mundo político caraqueño, donde Elsa tiene aproximaciones importantes a personas cultas, estaba rodeada por la crema y nata venezolana, lo que definitivamente marcó una huella en la niña barranquillera inquieta y estudiosa. En el colegio obtuvo las mejores notas, siéndole otorgadas todas las posibles medallas y distinciones. En su juventud su salud no fue la mejor y aprovechó tal situación para tornarse más intelectual, se hizo una lectora incansable y empezó a destacarse en caligrafía, redacción, lectura y oratoria. Al terminar la primaria ingresó al REMINGTON COMERCIAL COLLEGE, donde también fue la mejor, porque definitivamente nació para ser una triunfadora. Es importante explicarles que en la época lo único que le era permitido a una mujer estudiar era comercio, pero lo que no adquirió de conocimientos en universidades lo obtuvo a través de lecturas de libros, prensa y de diccionarios, los cuales jamás le han faltado.
Obtiene su título, regresa a Santa Marta y se dedica a buscar ubicación laboral, para ello se presenta a un concurso para secretaria de la Contraloría compitiendo con una gran cantidad de aspirantes, y sobradamente lo ganó, triunfando ampliamente en las técnicas de mecanografía, taquigrafía y redacción, Vale decir que desde sus 15 años entró a trabajar para ayudar a su madre, época cuando se conoce con Ángel Ceballos, con quien llegó al altar a los 16 años y a los 17 tenía su primer hijo. Con las responsabilidades que el matrimonio representa para una mujer tan joven, empezaron a desnudarse debilidades, que despertaron en la niña la capacidad de imponerse y quitarse de encima eventuales yugos amenazantes. Con sus tendencias naturales y dificultades de toda índole encontradas en plena juventud, le dieron acicates para templar su carácter y rodearse de coraza de plomo y escudo de acero que le permitieron ser una luchadora incansable para lograr el bienestar de su familia. Características suyas fueron la enorme disposición para el trabajo, la obstinación que algunos confunden con terquedad, la verificación, positivo liderazgo, capacidades de escucha, análisis y reflexión por largas horas y días, de lo que obtiene un arsenal impresionante de ideas.
Profundamente creyente en Dios, no hay día que no lo invoque con recogimiento y le encomienda todo. Es muy coherente en practicar la religión que predica. Sus actitudes son profundamente cristianas y ejemplarizantes. Siempre es de admirar en ella su capacidad de desenvolverse y sentirse muy bien entre príncipes y mendigos. Colaboraba con juntas comunales de barrios humildes y con el mismo ánimo al otro día se iba de campaña política con Esmeralda Arboleda de Uribe, Migdonia Barón, Victoria de Ochoa, la flor y nata liberal magdalenense. De pronto se iba para Tasajera a dialogar con los pescadores nativos. Siempre se le veía contenta, al tiempo que distinguía lo bello dentro de un ambiente ruinoso y mostrando un sincero interés.
Ese transcurrir entre la dirigencia y la gente trabajadora le hizo ganar muchos adeptos y amigos que la impulsaron a ser una excelente Concejal de Santa Marta. En las sesiones de este importante ente municipal, era la que más defendía principios y hacía discursos vehementes que entusiasmaba a las barras, generaba coaliciones y atacaba la corrupción siempre buscando un interés realmente cívico. Y a pesar de no poseer una gran escolaridad en comparación con otros, ponía con su oratoria versátil a temblar a los varones letrados de la época. Su capacidad de composición improvisada es inmensa y fecunda. Todavía su voz retumba en los salones del Concejo Municipal de Santa Marta, voz que luego se hizo escrita al oficiar como columnista del periódico La Época, donde se caracterizó por su pluma crítica y polémica que propugnaba por el mejoramiento comunitario. Simultáneamente colaboraba en la Asociación de padres de familia del colegio de sus hijos, en la Liga de baloncesto del Magdalena, donde apoyaba a los directivos para que los deportistas pudiesen cristalizar deseos y anhelos. Enseñó con su ejemplo que hay que apoyar a las instituciones educativas donde estén los hijos para que exista una compenetración entre la educación escolar y la de casa. Pero, igualmente ante lo injusto protestaba con vehemencia.
Aun cuando tuvo relaciones amistosas con varios expresidentes, su devoción política fue Carlos Lleras Restrepo. Comulgaba con sus ideas. Alcanzó posiciones nunca soñadas en ese entonces por una mujer. Elegida varias veces miembro del Directorio Liberal del Magdalena, conformado siempre por lo más granado de las familias samarias, en el que ofició varias veces como su Presidenta.
También tiene a nivel del hogar y ante las enfermedades vocación exitosa de ortopedista, enfermera, fisioterapeuta, físico culturista, improvisa gimnasios, bicicletas estáticas y contra la voluntad de muchos incluida la del enfermo, sin desmayos, sin fatiga lo mejora de sus dolencias. Maneja su edad con dignidad, asombrando con sus diálogos, rechazando ser relegada o arrinconada, situación comprensible para quien ha superado tantas vicisitudes.
* Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista. rubenceballos56@gmail.com