Por: José Manuel Herrera Brito

El turismo, señalado como aquel que comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un período de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, y otros motivos no relacionados con el ejercicio de una actividad remunerada en el lugar visitado, es factor de crecimiento. Ineludible acepción que adquiere gran vigencia y trascendencia en aquellas regiones que por antonomasia dedican parte fundamental de su fuerza laboral a esta actividad, conocida también y desde hace ya mucho tiempo como la industria sin chimeneas.

Nuestro país está lleno de localidades aptas para toda clase de turismos y las actividades que los mismos encierran. Muchos de ellos además, puntos emblemáticos en los órdenes nacional e internacional por sus bellezas inigualables, que atraen cada año a millones de personas. En ese derrotero, interminable serías señalar los lugares que tenemos como país, siendo algunos y empezando a ser otros, sitios que prevalecen como lugares predilectos y mundialmente conocidos por un sinnúmero de personas que los eligen como sus lugares para vacacionar y desarrollar otras actividades que articulan a esa consideración.

Muchas y más son las amplias ventajas de tener una industria turística sólida, ya que no solo otorgan beneficios de índole económica para las familias cuyo ingreso depende de estas labores, sino también por cuanto el turismo se ha convertido de manera sustancial en un factor multicultural que enriquece los valores y costumbres de las sociedades. Además, el turismo se ha erigido como una bondadosa actividad reconocida en todo el mundo, gracias al esfuerzo diario de millones de personas que hacen de los destinos nacionales todos, importantes sedes que arropan con afecto a quien llegue de las diferentes latitudes del país y de la comunidad de naciones.

No obstante, aspecto más que fundamental a salvaguardarse a todo trance y a como menester fuere para que el turismo pueda ser adelantado en los mejores y superiores términos, radica en la seguridad que obligado se está en brindar para las personas que habiten la región destino, pues es inobjetable afirmar que una localidad sin seguridad no suele ser jamás ni nunca atractiva por más riqueza arquitectónica, cultural, gastronómica, ambiental, espacial y natural que posea.

El diseño de las políticas públicas tiene que ser un factor esencial respecto de definir y redefinir estrategias de seguridad coordinadas que garanticen un escenario de convivencia social articulada, armónica y sin violencia. Fortalecer las condiciones de seguridad en el territorio todo, particularmente en los sitios de mayor afluencia turística, nos ha de llevar a una mejora en la percepción que tendrían los turistas nacionales e internacionales en nuestros principales destinos, lo que se reflejará sin duda en un aumento significativo en los arribos de visitantes y por lo tanto en la actividad turística y el crecimiento económico general, razón de peso y por demás relevante para que no se escatimen esfuerzos en materia de seguridad para las distintas regiones del país, particularmente, en aquellas que el panorama de violencia debe mantener alerta y prendidas todas las luces, lo cual impone trabajar con inmediatez y de manera coordinada entre los tres órdenes de gobierno para aprovechar el gran potencial que tenemos en turismo, importando política de promoción de nuestros destinos.

Hoy más que nunca el sector turístico local, departamental, regional y nacional reclama la atención necesaria para revitalizar la economía de cientos de territorios a lo largo y ancho del país, acentuando que las proyecciones año tras año deba ser que los turistas nacionales e internacionales dejen grandes montos de dinero, lo que indudablemente se traduzca en factor de crecimiento y desarrollo social. saramara7@gmail.com